La garra liberalia del centrismo
Hughes
Abc
Hoy sabemos que ALDE, la asociación liberal europea, ya no se llamará así, liberal, sino Renew Europe.
Lo primero ha sido, después de la conmoción, pensar en qué ocurrirá con nuestros amigos los autoproclamados liberales, los seguidores españoles del macronismo. Este festival nuestro de la Euromisión. Esto de “renew”, renovar, puede casar bien con aquel “re-ge-ne-rar” de Girauta. Cabe la posibilidad, pues, de que nuestros amigos liberalios tomen el discurso regenerador y ya todo sea un neosuarista renew, renew y renew lo que hasta ayer era la perfección de los siglos.
Alguna vez me han preguntado qué son los liberalios. Los liberalios son una rama española reciente del liberalismo. No son todos, por supuesto, ni todo el centrismo. Pero sí una facción considerable. Son aquellos que han decidido apropiarse, no solo del centro, o de conceptos como “la tercera España”, sino del liberalismo entero. Los recién llegados, los del “hayga” del liberalismo. Porque el liberalismo es una cosa complejísima y vastísima, pero ellos han acuñado una versión propia de lo “demoliberal” (y un poco de lo “dimeliberal”) que dicen representar y proteger, convirtiendo a los demás en “años-treinta” o simplemente en iliberales.
El liberalio se siente Zweig en medio de la catástrofe de Europa, y si después de una comida tiene gesto de incomodidad no son los gases, es el populismo que amenaza a Europa. Para él, 4/5 del planeta no tienen remedio y aquí más o menos lo mismo: la nueva derecha (la de siempre), los nacionalistas, la izquierda… Todos populistas con los que no se puede jugar al parchís de la democracia que-entre-todos.
¿Y quiénes son los liberales? Pues realmente muy poca gente. Los liberales son ellos y sus amigos, que copan las plataformas liberales difundiendo una política y últimamente hasta una poética del centro reversible que convierte el vicio en virtud y a Maquiavelo en Andrés Pajares.
Los liberales decía Donoso que eran la clase discutidora, pero ellos consideran que lo que se salga del consenso, del suyo, es directamente acordonable. Así que de liberales tienen lo justo y luego para colmo son unos liberales estatalistas, es decir, sumamente raros. ¿Entonces qué son, si no son liberales? Yo creo que son aproximadamente liberales, son una rama real e ibérica. Los liberalios eran originariamente los adoradores de Liber, un dios romano similar a Baco, y participaban en sus fiestas o bacanales portando (en formación de cuchipandi) a Phallus, un gran falo erecto. Los liberalios son pues unos liberales hedonistas, terrenales, sensuales, materiales y vitinícolas que llevan el Phallus Estatus y el Phallus Consensus como portaestandartes entusiastas. Practicantes de una libertad sobre todo superficial y estacional, más bien carnavalera. Son los participantes en las fiestas bien dionisiacas y humanísimas de adoración del erecto Consensus que renuevan (ya está el “renew) con su nueva vitalidad.
Y Liber era la libertad, así que mucha razón llevan con eso, y era el libro (¡importantísimo!), y también era el despertar de lo dionisiaco que aquí en España toma la forma de las muchas libertades (todas, en el baile de máscaras de las identidades) y del hedonismo concreto y estructural de la colocación.
Ver colocarse a los demás es un placer. Miente quien lo niegue; no se ha observado bien a sí mismo. Es como ir por las fiestas del pueblo o del barrio y pasar junto a la rifa de la Chochona, ¿quién no puede estar contento? ¿Quién no se anima un poco cuando pasa junto a una piñata? En la gran piñata hay siempre un instante en el que se participa de la ilusión ajena, como cuando llega la lotería y nos hace ilusión aunque no hayamos comprado.
“Y si alguna vez…”, pensamos.
El asistir como espectador (unos años llevo ya metido en este torreoncillo -poco montaigniano, no teman, nada sabio-), ser espectador de estos procesos me está convirtiendo en un estudioso por pura observación. He podido detectar casi un itinerario, un proceso del éxito en la España exjuvenil de los últimos tiempos.
El madridismo-mouriñista aquél, la ilustración jotdownera o culturetista, luego la chupipandi (mejor si columnística) y, fortalecida la piña, el centro liberalio vigilante de repente de los populismos, ya sean rusos, americanos, caribeños o de Almería.
Esto veo yo que ha sido y está siendo el camino bueno. La senda del carguito, que Dios guarde y dure muchos años.
Haber llegado