jueves, 28 de julio de 2016

La alternativa

Leibholz


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Los politólogos son unos científicos que no saben a dónde van, pero caminan en vanguardia.
En el periodismo global hay un Profesor Franz de Copenhague de la politología que, tras inventar, en primavera, la “anocracia”, o “fuerza del ano” (que es lo que tiene mezclar lenguas clásicas, como el latino “anus” y la griega “cracia”), nos ha traído, con “la” calor, el último grito politológico: “Oligarquía o demagogia”.

Para no acabar como el burro de Buridán, que, colocado entre dos haces de heno, palmó de inanición por no decidirse por uno de ellos, repasaremos la disyunción.
Nuestro Profesor Franz de Copenhague considera que la “democracia representativa”, que sólo existe en América, se nos ha ido de las manos en Europa con el Brexit y el populismo (?).
Yo soy un admirador entusiasta del sufragio universal –decía Ganivet allá por los 90 del XIX–, con una sola condición: la de que nadie vote. Y no se crea que esto es una broma de mal gusto.
O sea, que ni en esto es original nuestro Franz de Copenhague de la politología.
Ganivet está contra las elecciones porque, para adueñarse de la voluntad de las masas, hay que poner en circulación ideas muy toscas y asequibles, y como los hombres mejor dotados no se prestan a ir por las calles diciendo majaderías, acaban triunfando aquellos a quienes las majaderías les salen como cosa natural. Y éste es el liberalismo español del que se burlaba hasta Primo de Rivera, un Madison al lado de tanto granuja suelto.
La politología pimpante nos mata, pues, sin que nunca la hayamos catado por aquí, la democracia representativa (ayunos de lo que es y ahítos de lo que lo parece estamos), y nos propone como solución lo que ya tenemos, una oligarquía de partidos estatales, con su “integración de las masas en el Estado” (Smend y Leibholz al aparato), es decir, un fascismo plural (cuatro comensales en vez de uno), pero, técnicamente, fascismo, díganlo Agamenón, Platón, Rousseau, Bernard Shaw… o sus “pokeros”.