Steve Franken
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Un guitarrista del pop más coñazo que se recuerda le ha montado un pollo en un barco a un camarero que no había visto “Pasión de los fuertes”, donde Henry Fonda (¡Henry Fonda, no Quimi Portet!) pregunta al camarero si alguna vez estuvo enamorado:
–Yo siempre he sido camarero.
Con los camareros la tienen tomada los nacionalistas y los comunistas, que en España, por falta de obreros con conciencia de clase, vienen siendo lo mismo.
Cuando salen las listas de colocaciones del verano, los comunistas de Pablemos las desprecian porque, dicen, “son todos camareros”. También el Tom Paine del 25S (a todo esto, ¿qué fue el 25S?), de nombre Casillas, era camarero, y un poco el novio de la España levantisca por impedir el paso de la policía a su cafetería.
–Les dije que por mis “tal” no entraban.
Mi sueño de millonario era tener a mi servicio a Steve Franken, el camarero bolinga de “El guateque”, pero en un país cuyos machos (alfas y omegas) se pasean en pernetas por la acera y cuyo sentido del humor oficial también lo expenden los catalanes el pobre Franken no pasaría de la escena de la piscina.
Lo del guitarrista chotándose del camarero en un barco de nombre extranjero tiene nombre de mujer: Palanganera. España es hoy una palangana cuyos artistas desconocidos chapotean para imponer una demonarquía o gobierno de las ranas.
En América, cuando el cinero Iñárritu denunció “genocidio cultural” en las películas de superhéroes, Robert Downey Jr. contestó de un modo nada socialdemócrata y que nos viene al pelo: “Mire, yo le respeto. Creo que para un hombre cuya lengua nativa es el español, ser capaz de armar una frase como ‘genocidio cultural’ habla de lo brillante que es.”
En mi barco instruiría a mis camareros para que, si les piden “café amb llet”, sirvan un vaso de agua.
Que eso era, para Pemán, el único lector de Maragall, el catalán: un vaso de agua clara.
Pero todavía nos queda Dyango (José Gómez Romero y su “Ha sido bonito ser español”).