La enfermera Ratched
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Casi Santiago, y sin pisar el chiringuito.
En España, los pocos ratos libres que nos deja el chalaneo de los pactos (actividad, por cierto, nada “gentleman” en la cultura anglosajona, donde toda componenda constituye traición a la representación popular) los echamos en enseñarles “democracia” a los ingleses, esos insensatos que dejan en manos de la chusma (“No taxation without representation”) la decisión de pagar impuestos a Bruselas, y ahora se enteran por el “As” de que “la avería de la libra con el Brexit” hace imposible lo de Pogba con Mourinho.
Nuestra batalla ideológica se centra en Boris Johnson, eximio defensor del Brexit y extravagante jefe del Foreign Office, contra quien nos alertan los gansos socialdemócratas porque, dueño de una crueldad churchilliana, una vez comparó a Hillary Clinton con la enfermera Ratched (Louise Fletcher), y otra, el estatalismo de la Unión Europea con el de Napoleón y… ¡Hitler!
–¡Boris ha dicho Jehová! ¡Boris ha dicho Jehová!
Tres veces ha venido Inglaterra al continente a quitarnos el Leviatán del cuello (Napoleón, Guillermo II… y Hitler), y se ve que después de estas tres veces, como cantaba Paquita la del Barrio, “no quiero volverte a ver”, que eso parece ser el Brexit.
Es un fascinante choque de culturas que escapa al ojo avizor del tertuliano: la mentalidad nacional de los ingleses frente a la mentalidad estatal del resto de europeos. Nuestros reproches al Brexit de Boris Johnson son cruelmente los mismos que hacía Ramiro Ledesma (tan copiado, ay, por Pablemos y Rivera) al Estado de Ortega y Gasset, en cualquier caso su maestro.
–Para Ortega el Estado sólo es una institución al servicio de la nación. Pero en el mundo triunfa el nuevo Estado, cuyo precursor ideológico es Hegel. El Estado hace posible el que un pueblo entre en la Historia y haga grandes cosas. Pueblo y Estado son algo indisoluble.
Por eso aquí, de derecha a izquierda, todos matan por el Estado y a nadie importa la Nación.