Manzanares con su victoriano
José Ramón Márquez
Tenían tantas ganas de darle los premios a Manzanares que ni siquiera han echado cuentas de que Manzanares no estuvo en la Feria de San Isidro. O sea, que le han dado los premios de San Isidro al que les convenía por lo que sea que les conviniera. Y no es que le den uno por ahí, por si cuela, es que de once premios le han dado tres, que es algo menos de una cuarta parte de todos los premios que han dado. Luego, lo demás es un déjà vu. El ninguneo a Paco Ureña es de los que hacen época, que si el tal Manzanares hubiese toreado con sus formas tan suaves y con la verdad de Ureña, otro gallo cantaría, pero entre el lado femenino del de Alicante y el masculino del de Murcia -todo queda en levante, pues- me quedo con las verdades de don Paco. Y en cuanto a los toros, lo mismo. Que ningunear al Camarín de Baltasar Ibán por el mero hecho de ser un toro bravo es lo que se podía esperar, precisamente para darle el premio a los Lozano por el Malagueño, que eso es como preferir a Bayeu antes que a Goya. En la cosa ganadera es de lo más divertido el desparpajo de los Revistosos del Puchero cuando premian a Medianillos, hincando su rodilla ante Victoriano del Río, otra cosa esperable salvo por el pequeño detallle de que la corrida que aquella razón social mandó a Madrid se lidió en la de Beneficencia que, como se dijo más arriba, no pertenece a la Feria de San Isidro. Con eso ya superamos lo de dar uno de cada cuatro premios a otra cosa distinta de la que se juzga con tal de arrimar el ascua a la sardina que interesa.
Otras cosas son opinables, que si Roca Rey, fulgor de un día y decepción, que si andan empeñados en lanzar a Luis David Adame al precio que sea… Da lo mismo.
En lo único que coincido sin reserva alguna con el dichoso jurado de los del Puchero es en lo de Adalid. El mejor de esta y de muchas ferias.
Para público escarnio y vilipendio de los que no saben distinguir entre la Corrida Extraordinaria de Beneficencia y la Feria de San Isidro, a continuación nos gustaría listar los nombres de los que componen un jurado tan poco edificante, pero no facilitan los nombres de los mismos, por razones obvias de chacota e irrisión y se limitan a explicar que “votaron 24 de los 31 miembros del jurado formado al efecto” y que “actuó como secretario José María Baviano, Director de Comunicación de Taurodelta”.
Para pensar en los nombres de los interfectos tampoco hace falta tener una imaginación desbordante.