jueves, 16 de junio de 2016

Lille, en estado de excepción

De Gaulle


Hughes
Abc

Se esperaba que Lille fuera la guerra de Crimea de la Eurocopa entre ingleses y rusos, pero se controló relativamente.

Lille parecía un congreso internacional de abusones. Gente con imperios tatuados en las extremidades llegaban con trolleys.

Coincidieron eslovacos, rusos y una alianza anglogalesa. Eran recibidos por un conjunto de policía local, nacional, militar e incluso por unos enviados de Eslovaquia, unos señores muy voluminosos de eficacia puramente disuasoria.

Además, en todo Lille sólo podía beberse una cerveza ligerísima, de 0’5 grados de alcohol. En la estación, un notorio borracho local maldecía su refresco. «Limonade...». El alcohol –informó a ABC el responsable de seguridad– estaba interdicto, que suena mucho mejor que prohibido. La medida parecía más bien un reto: a ver si son ustedes capaces de emborracharse bebiendo «cerveza sin». Por las callejuelas del viejo Lille se veían grupos de hooligans sacando cajas de cervezas como cadáveres. Impedir que rusos e ingleses se emborrachen es una proeza.

Asistir, muy de mañana, al momento en que los hooligans pedían el croissant fue extraordinario. El comportamiento durante la mañana fue contemplativo, salvo un par de individuos que ultrajaron la bandera rusa tras haberse asegurado de que ningún ruso podía verles.

La noche anterior, los ingleses cantaron «Fuck off Russia, We are England and Wales». Frente a los rusos, que son unos hooligans nihilistas y dostoyevskianos, el británico se toma la molestia de componer letras.

El policía consultado había presumido de una labor «preventiva». Habían detenido ultras de camino y había spotters, mirones, fisonomistas encargados de avizorar el sospechoso. Había tensión de miradas. El spotter se colocaba al lado del policía y le decía con disimulo algo como «mira a tus tres y media». En la Grand Place eran menos sutiles. Los antidisturbios, apoyados en sus escudos como en tablas de surf, observaban con verdadero desafío cómo los hooligans charlaban de gótico flamenco con sus cerveza sin.

Cerca estaba la casa en que nació De Gaulle. Un día le preguntaron por Inglaterra, la pérfida Albión. «¿Pérfida? El adjetivo me parece apenas suficiente».

Una de las caras que adopta la Policía francesa es una patrulla que se llama «vigipirate». Un servicio de alerta establecido por Giscard D’Estaing ciertamente extraño. De repente por la calle pasaba un Citroën con cuatro señores uniformados dentro y debajo: «vigipirate». Tienen un aire como a «Fahrenheit» de Truffaut.

La mañana se consumó sin incidentes aunque había una tensión palpable, esquinada, un poco agazapada. Había caras moscovitas muy serias y luego unos ultras como rasputínicos de aspecto endemoniado.

En el estadio apareció la otra gran fuente de ansiedad. Parte del acceso fue acordonado unos minutos por un «paquete sospechoso». Luego, comenzado el partido, la zona de prensa se desalojó por el mismo motivo. El paquete, la bolsa que un periodista ruso había dejado olvidada, fue detonado y la explosión fue tan sonora como los goles de Eslovaquia. «Nada especial, protocolo», dijo otro mando policial. Pero ya eran dos protocolos la misma tarde.

En cuanto al partido, Rusia complica su clasificación y quizás algo más, porque en la grada volvió a haber bengalas. Hay pocas cosas más tristes que un ruso jugando al fútbol. Y viendo a Dzyuba, su «9», se tiene la impresión de que los rusos son más rusos que nunca.

Mientras tanto, la alianza anglogalesa esperaba en el centro de la ciudad. Al terminar el partido intentó ajustar cuentas con los rusos, pero fue reprimida con gases lacrimógenos y acabó encerrada en un pub cantándole a los policías. Hubo 36 arrestos durante todo el día y 16 hospitalizados. Hay cierta fascinación con los hooligans. Somos hombres blandos que votan a gente sin caja torácica, y los despreciamos, pero convertimos en noticia que a cuatro beodos les guste pegarse. Se quiere erradicar cualquier forma de violencia y a veces, como en Lille, casi casi se consigue.


Casa natal de De Gaulle