24 tipos sin piedad
José Ramón Márquez
A vueltas con los premios de San Isidro, que se los dan a uno que no estuvo en San Isidro, es que uno no da crédito. Fueron los Lozano los que idearon la cosa de meter la Beneficencia entre medias de la Feria, para ver si subía la venta de entradas para esa corrida, antaño la más importante del año, devenida en birlibirloque de entradas regaladas, fiascos ganaderos y demás. La verdad es que Beneficencia llevaba una deriva hacia la media entrada larga que contrastaba muchísimo en esa época con los llenos de aquellos sanisidros, y con ese invento se consiguió que hubiese buenas entradas.
Hicimos nuestra buena obra de la década el año que Rafael de Julia estuvo en Beneficencia, junto a Encabo y Alberto Ramírez (Pío, Pío, Pío) , con toros de Victorino, que le compramos los boletos al Pepito a la puerta de Toribio, y al entrar al bajo del 10 y ver los tendidos, las gradas y las andanadas semivacíos nos emocionamos pensando en que habíamos dado a un hombre los medios para llevar a su casa un mendrugo de pan precisamente el día en que los fajos de entradas estaban en las taquillas durmiendo el sueño de los justos y esperando su marcha a la trituradora de papel. Decían que Pío García Escudero hizo aquel cartel, que vaya usted a saber por qué en este mundo del toro es todo opaco y todo son habladurías, cartel de poco fuste y poco ingreso, beneficencia para el Pepito.
Ahora, puestos en el día de hoy, podríamos echar a volar la imaginación sobre esta Beneficencia de 2016, metida como una astilla de la feria, para aumentar la confusión. Pongámonos en que a alguien se le ocurre llamar para esa corrida a David Mora y que el torero anda tan ilusionado con la idea de poder anunciarse en una corrida amable en la que suelen fallar muchos abonados y poblada de público de aluvión. Imaginemos que ya todo está cerrado pero que, de pronto, a alguien se le ocurre que quitando a David Mora, y dado que Manzanares no viene a la Feria, se puede intentar mejorar el caché del alicantino, pues ya va necesitando de algún triunfo sonoro para seguir funcionando y que los números salgan bien. Manzanares cumple su parte componiendo su faena a Floripondio, o como se llamase el semoviente aquél, y a partir de ahí lo demás ya va rodado.
El hecho de que el jurado que da los premios de San Isidro ignore también de manera atroz a David Mora, que es el único que en San Isidro ha cortado las dos orejas en un mismo toro, lejos de las del 1+1 de Calderón y los minutos extra de los Ben-Hur de las mulillas, y que el premio se vaya en favor del hijo y nieto de Manzanares, que ni siquiera ha estado en San Isidro, abundaría en la idea de que alguna mano meció la cuna de la Beneficencia, primeramente para tratar de obtener un éxito low-cost, y después para dar a ese éxito una dimensión y una oportuna publicidad que redunde favorablemente en los ajustes de aquí a final de la temporada, que aquí, para entendernos, lo que han hecho es como si en el Festival de cine de San Sebastián le dan la Concha de Oro a una película de Cerezo que echaban en un cine de al lado, que ni estaba en el certamen.