Abc
Me dicen de buena fe que Martín Villa se arrancó el martes con una jota a la Constitución en Madrid.
Del “hip-hop” de Hamilton, padre de la “democracia representativa”, en Broadway, a la jota de Martín Villa, la “Porra de la Transición”, en el Teatro Calderón:
–Protege la intimidad, / asegura nuestro honor, / teléfono sin pinchazos, / mis cartas las abro yo.
Cantaba a la Constitución del 78, aunque la letra es una cosa entre el himno de la Décima y aquella jota de Sanz Ferrer, el jotero de Jaca, que nos hacían cantar en la mili con Felipe González en La Moncloa: “Quien oyendo Viva España / con un Viva no responde, / si es hombre, no es español, / y si es español, no es hombre”.
Todas esas conquistas que inspiran a Martín Villa no salen en mi “Teoría de la Constitución” de Carl Schmitt, quien no tenía tan risueño concepto de la Constitución de Weimar (modelo de la nuestra): sus contradicciones le parecían a él el resultado de la combinación de una dictadura soberana con una dictadura comisarial “cuyo desarrollo responde totalmente al embrollo sin salida en que se ha metido”.
Weimar (no la democracia, como dice Margallo) condujo a Hitler y el 78 no sabemos a dónde nos conducirá, porque, menos Rajoy, que se ve de presidente en funciones hasta Navidad, todos lo quieren cambiar: Snchz, para unos cantones; Rivera, para unos “länder”; y Pablemos, para poder regalar a Vallecas, su barrio, la playa de Gandía o la sierra de Aracena, como otro orate postcomunista, Nikita Jrushchov, regaló Crimea a Ucrania.
Tocqueville regresó de América asombrado por el hecho de que los responsables de la Constitución del 81 (¡la de la “Unión Perpetua”!), confederal y parlamentaria, admitieran, en el poder, que su obra los llevaba a la ruina y promovieran, a instancia de Hamilton, la Constitución del 87, federal, presidencialista… y definitiva, que ahí sigue, tan terne.
Pero el “federalismo” de Snchz, Rivera y Pablemos no es el de Hamiltom, Madison y Jay.