jueves, 3 de abril de 2014

Suecia

El sueño socialdemócrata en España

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Lo dijo un sindicalista, Méndez, el Largo de Badajoz, pero cuando este hombre levanta el dedo para señalar la gente sólo se fija en la marca de su peluco:

    –Después de leer la trilogía “Millenium”, llega uno a la conclusión de que en Suecia no es oro todo lo que reluce.
    
Ni todos los pelucos son Rolex ni todas las socialdemocracias son Andalucía.
    
En España, por culpa de Alfredo Landa, todos los caminos llevaban a Suecia (pasando por Benidorm), el país de Pipi Calzaslargas y Stieg Larsson, de Bergman y Olof Palme (el de la hucha y el cartel “Dinero para los españoles”), del Nobel y el Ikea. Era la atracción que en un país dramático ejercía aquel país sin dramatismo.

    La civilización de los botones niquelados, la llamó un viajero español, y Foxá, que ve en ella una Castilla del luteranismo, puesto de aquavit, le dice una noche a un sueco:
    
Si no poseemos un alma inmortal, Estocolmo tiene razón y Ávila es absurda. Pero si nuestro destino está más allá de la tierra, tendríamos que invertir nuestro juicio.
    
¿Invertir nuestro juicio? ¡Ahí os quiero ver, socialdemócratas del pan “pringao”!
    
Porque, según las últimas estadísticas, el país de los alces y sol de medianoche supera, y por mucho, al país de los toros y sol de mediodía en eso que los horteras llaman “violencia de género”: matan a palos a las mismas beldades que Foxá mataba a versos.

    Más la revelación del gobierno (de derechas): Suecia se pasó el siglo veinte persiguiendo (¡esterilizando!) a los gitanos, cosa que ha escandalizado menos que la expulsión en Francia de la niña “rom” (estudiante de un colegio “André Malraux”, oh, justicia poética) por orden de un Manolo socialista en Interior que, sólo por esa acción, ha llegado a primer ministro.
    
Mi gitanismo es un tema literario y nada más –dijo Lorca en la “Gaceta Literaria”.
    
Para Suecia era un tema de ingeniería social (“incapacitados sociales”, en la jerga socialdemócrata), como la ropa de Abba, vestidos de adefesios para desgravar impuestos.