Abc
Que dice Toshack que Mendoza, cada vez que se quedaba sin respuesta, sacaba un cigarro.
Todos llevamos un conejo en la chistera.
Mendoza, un cigarro (era muy tacaño). El Barça, un penalti (este sábado, dos, uno de ellos parado por Adán, que ya puede decir una cosa que no está al alcance de Casillas: “Yo le paré un penalti a Messi”). Y el Madrid, un proyecto.
–¿Qué? ¿Ganaremos el triplete?
–Bueno, tenemos un proyecto, que está ahí…
Para llevar en la chistera, prefiero un conejo a un proyecto, pues de buenos proyectos está empedrado el infierno, y el proyecto del Madrid de Carletto me recuerda mucho al proyecto de España de Ortega, el Rodríguez de la Fuente de la filosofía, que dijo que España era un proyecto sugestivo de nación, definición que cae en manos del primer Zapatero que pasa y pasa lo que pasó.
Carletto cree que el Madrid es un proyecto sugestivo de equipo, pero no va a ganar la Liga porque, en una competición tan igualada, el título se define en el mano a mano con los aspirantes, y él no ha ganado a ninguno de los dos, razón por la cual ahora estamos como la zorra de la fábula, adulando al cuervo que en lo alto del árbol nos mira con el queso en el pico. “¡Qué brillo tienen tus plumas, oh cuervo! ¡Cuánta hermosura tu cuerpo y tu rostro! ¡Si tuvieras voz, ningún ave te aventajaría!” A la espera de que el cuervo (que son dos) sea gilipollas, quiera probar su voz y deje caer el queso.
De los dos cuervos del árbol, el que tiene todas las de perder es Simeone, que acabará tercero, como sería de justicia poética, la única que funciona en España, país del que Cataluña se quiere despedir el 23 de abril de 2015, día de San Cervantes, catalán de Xixona, según los datos del investigador Jordi Bilbeny, para quien el Quijote que conocemos sería una mala traducción del catalán visada por la censura castellana, como la vida de Santa Teresa, monja no de Ávila, como creen los suaristas, sino de Pedralbes, donde llegó a abadesa.
¿Van a privar al Barcelona del Tata de su última Liga española?
Los mandamases del fútbol español vienen del gran movimiento romántico vasco-catalán, y, al margen de que Carletto se lo haya puesto fácil perdiendo el mano a mano, hay una corriente estadística de favores en apoyo de lo culé, esa vanguardia del proyecto sugestivo de nación que sin necesidad de leer a Ortega se vienen trabajando los jefes de las tribus de la región.
Esto significa que para vencer al Madrid no hay que echarle “cojones”, como cree Jürgen Klopp, el entrenador del Borussia Dortmund, sino morro, una sutileza conceptual que escapa al totalitarismo del idioma alemán.
Klopp (con Mourinho, el mejor entrenador de fútbol) vino al Bernabéu con la única palabra que se sabe en la boca, “cojones” (Truman Capote la consagró en “A sangre fría”), y se llevó una somanta de goles.
El Tata (con Lamparero, el psicólogo de Benito Floro, el mejor psicoanalista de fútbol), vino al Bernabéu con la única palabra que se sabe en la boca, “morro”, y se llevó el partido con un par de penaltis “morreados”.
FIGO SIN COCHINILLOS
Eso dice Hughes que fue Illarramendi
en San Sebastián, un Figo sin cochinillos. Illarramendi, cuyo fútbol es
aurresku, cree no merecer los silbos de los suyos, pero por no haber
entendido el significado de jugar a los nuestros, esa españolísima broma
“identitaria” que consiste en coger al forastero y arrojarlo al pilón.
Illarramendi en San Sebastián, y Figo, en Barcelona, donde aquel
cochinillo volandero contra el portugués, que era la forma
“tirantloblancesca” de llamarle “cristiano viejo” vendido al oro del
“Madrit”, que, por cierto, tiene la mala costumbre de pagar lo que
compra: sesenta por Figo, cuarenta por Illarramendi…, contra un
principio básico de la moralidad reinante: “Mientras más deudas se
tienen, más crédito se tiene; mientras menos acreedores se tienen, menos
ayuda se pude esperar”.