jueves, 20 de febrero de 2014

El capador


Miguel Delibes



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Europa es freudianamente castradora, y en Bruselas, Trento de la democracia, primero declararon pecaminosa la siesta y ahora declaran pecaminoso el jamón.

    No el galufo. El jamón, jamón, y sólo los andaluces me entienden.

    Jamón es lo que a cambio de un enchufillo acostumbraba recibir el protocomunista Valderas, al decir de Camacho, su jefe de prensa.

    O lo que con su primer dinero se compró Manuel Benítez, que siempre viajaba con un gran jamón que colgaba en la ventana del hotel:

    –Hay gente que viaja con una amiga o un amigo. A mí me gusta viajar con el jamón: es más que una amiga o un amigo. Nunca te traiciona. Se deja comer sin rechistar y te quita el hambre, y cuando no queda más que el hueso, te compras otro, como si fuese el mismo jamón.
    
Una vez cortado, el jamón se preservaba en la barra como la valla de Ceuta, con Pepe Brajeli (apoderado de Curro) colocando su dentadura sobre las lonchas, si tenía que ir al lavabo.
    
Esta cultura se acabó: para castrarnos el jamón, Bruselas prohibirá la castración de cerdos, que ya pueden hacer suyo el grito progresista: “Nosotros estiramos la pata (que es un jamón), nosotros decidimos la cata”.
    
Pero hay que decir que al cerdo no se le capaba por placer (sadismo), sino por gusto (que no es lo mismo).

    –Capar un gocho era para que el tocino enverronase, cogiera gusto, que aquí decimos enverronado al tocino de buen paladar.
    
Se lo dijo un capador a Miguel Delibes, que lo contó en una portentosa Tercera de ABC, donde se trata la diferencia entre castrador (científico, llama cerdos a los cochinos) y capador (autodidacta, llama gochos a los cerdos):

    –Cápame el gocho, Salvador, y si se te muere no te preocupes. Nos lo comemos.
    
El castrador nunca castró con capadora, sino con arreglo a los tres procedimientos clásicos: a talla, a mordaza y a pulgar. Lo importante era saber sujetar (coces, mordiscos) al bicho.

    –Al verraco yo le metía una cesta de vendimiar por la cabeza y no se movía.