(Colección Look de Té)
Jorge Bustos
Sentado que la columna es un género literario, sí que encontramos en Twitter a numerosos columnistas que se comportan como activos partidarios de la red social del pajarito. Sus almas colmeneras pajarean por los altos andamios de Internet, diríamos con el poeta. La evangelización de la columna publicada esa mañana, la imposición de manos sobre los feligreses y la diatriba catecumenal contra los clérigos rivales de otras parroquias mediáticas son los usos más comunes que hace de Twitter el columnista contemporáneo. ¿Les ayuda Twitter a ser mejores escritores de columnas o reportajes? ¿Aquilata su ingenio, afila sus recursos, diversifica sus intereses, matiza su solemnidad? Mi opinión, no ya cómo ornitólogo incipiente y declarado cliente de la pajarería, sino como amigo de los pajareros y como pajarero mismo con unos pocos millares de seguidores, es que Twitter ejerce sobre el columnista una presión perversa al mismo tiempo que favorece innegablemente la popularización de su trabajo y la socialización de sus efectos, la inmediatez del retorno crítico y del aplauso edificante, la expectativa de un venial tráfico de influencias laborales y, por qué no admitirlo, el establecimiento de debates más o menos esquemáticos que alivian el tedio del escritor agraciado con dosis blindadas de intimidad.
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