Mi familia era muy católica. Mi tía Ángeles era de la CEDA y he vivido siempre entre curas. En la adolescencia me dio por no ir a misa, y mi madre, que era aragonesa, me decía que hacía el ridículo si no iba. Y tenía razón. Entonces me las arreglé para coger el Tratado teológico-político de Spinoza, que está lleno de latinajos, de un armario cerrado con llave en el que lo guardaba mi padre junto a libros de Voltaire y Anatole France. Lo metí en un devocionario de mi tía y entonces en misa los domingos yo cogía el devocionario y me ponía a leer a Spinoza; y el notario, que estaba a mi lado, me miraba de reojo y le decía a mi padre: «Oye, tu hijo muy bien, va para cura». Yo siempre vi lo mismo, que la Iglesia heredó el derecho romano y la filosofía griega y les dio un impulso gigantesco que en cierto modo fue lo que hizo la transición de la Edad Media a la Edad Moderna. Esto lo digo yo en un libro con comentarios a unas conferencias de Ratzinger, ¡Dios salve la Razón! Yo a Ratzinger le seguía mucho, era un teólogo que sabía mucho, no como este Papa de ahora, que es otro cantar, pero yo no comparto la teología de Ratzinger, Dios no es racional. Confundirlo con la razón es absurdo. Me dediqué a sacar textos escolásticos donde dicen que Dios no es racional, que Dios no puede hacer silogismos. Dios directamente lo ve todo. Ahí citaba además una serie de nombres para quienes, tipo Draper, hablaban del conflicto ciencia-Iglesia, de la Iglesia como campeón de la superstición; el krausimo, en una palabra. Para negarlo citaba a Copérnico, que era canónigo y su obra fue apoyada por los papas, porque no veían ninguna contradicción con el pasaje de Josué en que paraba el sol, lo que demostraba que el sol estaba en movimiento. La enemistad de la Iglesia contra Copérnico y Galileo no fue por geocentrismo, sino por el atomismo, que sí planteaba dificultades para explicar el dogma de la transustanciación. La Iglesia desvió la atención con la astronomía porque temía mucho más el atomismo y la negación de la Eucaristía, del Corpus Christi, que es la esencia del catolicismo y que aquí por cierto se negó como si tal cosa. Un día el ministro Ordóñez dejó de considerar el Corpus Christi como fiesta obligatoria. Esto es la revolución, pensé, y no se han dado ni cuenta. Pues además de Copérnico estuvo Mendel con la teoría de la herencia, o el abate Lemaître, precursor de la teoría del big-bang. Todos curas. ¿Cómo que la iglesia catolica es enemiga de la ciencia? Ahora bien, en el siglo XIX la cosa cambia con el materialismo y el marxismo; ahí la Iglesia perdió francamente posiciones, porque se extendió completamente esta ideología, el darwinismo, la termodinámica, el origen del universo y el fin del mundo. Ahora todos los teóricos del big-bang, Fleischmann, Hawking, empiezan sus libros contando un mito azteca. Que Dios vomitó el mundo y de la vomitina salió el sol y no sé qué. ¿Para qué me lo cuentas? ¿Para que veamos que eres más listo? En el fondo, siguen teniendo esa ideología. ¿Lo dejó Ratzinger por cuestión de fe? Yo creo que dudaba. Pero sencillamente estaba cansado, razones fisiológicas, y estaba al tanto de los enormes problemas de la Iglesia católica. La Iglesia estuvo bien en el poder, cuando las cruzadas.