Francisco Javier Gómez Izquierdo
En todas las cárceles de España (bueno, en estos tiempos ya no estoy tan seguro, pero sí durante mis décadas de vida penitenciaria) toca paella los domingos, pero hoy, día de la Merced, los funcionarios de alimentación, junto al administrador y el visto bueno del director, habrán cambiado el menú y es casi seguro que los presos coman langostinos, ensaladilla rusa y solomillo de cerdo más un postre aparente que los proveedores se habrán esforzado de facilitar a muy buen precio, teniendo en cuenta las cantidades pedidas. El viernes 22, en todas las ciudades y pueblos con establecimiento carcelario, se celebraron actos de homenaje a profesionales y repaso de los logros y actividades anuales en cada centro con asistencia de autoridades, concejales, jueces, fiscales, coroneles... Todos reconocen la labor de los funcionarios a los que dedican muy bonitas palabras y con los que departen al final con una copa de vino y un platito de jamón.
En este acto se entrega placa conmemorativa a los funcionarios de prisiones que se jubilaron el año anterior y a los que cumplen 25 años de servicio. Entre los reconocidos está mi doña, que se jubiló a finales del 22 y en los corrillos en los que estuve, todos profesionales de la vigilancia y tratamiento mientras el delincuente cumple pena, no encontré alma humana que entendiera, explicara o hallara acomodo a eso que dicen que va a hacer el presidente del Gobierno con un delincuente fugitivo al que aún no se ha juzgado. Todos hemos conocido de cerca procedimientos en lo tocante a indultos. Lo que les ha costado a algunos y lo fácil que les resultó a otros, pero ¡éso sí!, siempre con pena firme mediante, arrepentimiento, perdón de los perjudicados, etc, etc... Recordamos el viernes curiosos indultos. De amnistía ya no quedan funcionarios en activo que recuerden sus nefastas consecuencias al gremio. Aquella COPEL que protestó salvajemente por el agravio comparativo y que tuvieron que padecer mis compañeros por la torpeza de aquellos padres de la patria del 77 que fueron generosísimos con asesinos y mezquinos con los yonquis menesterosos que abarrotaban los talegos, no tendría que extrañar se reencarnara de nuevo si hay empeño en olvidar delitos gravísimos no juzgados. "¿Pero qué dices?" me salta un veterano aún en activo, "los internos son una malva. Saben cómo actuar para conseguir permisos y terceros grados. Se apuntan a terapia, módulos de respeto, programas de desenganche...la vida carcelaria es una rutina que bien entendida es el pasar de un jubilado en una residencia de categoría. Tienen todo hecho. Los más débiles se afanan en conseguir droga y comprometen a la familia en las comunicaciones vis a vis. Aún quedan tipos duros y refractarios a todo tipo de tratamiento, pero no tienen espíritu apostólico y además son demasiado cerriles para que alguien les haga caso y siga en sus reivindicaciones. Los presos, como los ciudadanos, están amodorrados y consideran que con ellos no va nada de lo que pasa fuera de la cárcel".
Reconozco que Rafael tiene razón y que estamos condenados a que nos pase lo que nos tenga que pasar. Esta mañana, al pasar por el Zumbacón, he entrado en San Antonio de Padua a ver a la Merced, nuestra patrona, la que nos recuerda que cada cual es preso de lo que le toca: preso de adiciones químicas, ignorancia, estulticia, pereza, soberbia, cobardía, hipoteca...