Francisco Javier Gómez Izquierdo
El Milán-Newcastle fue el primer partido de Copa de Europa en esta temporada y al repasar la plantilla inglesa asomó el Karius lloroso de Kiev; aquel portero que nos dio pena y del que los médicos explicaron su deficiente actuación porque Sergio Ramos lo conmocionó dos minutos antes de dar el pase del primer gol de Benzemá. Presté atención al partido por Leao, el delantero del Milán, pero me parece que incomodó más a su propio público rossonero que a Pope, el portero titular del Newcatle. No es malo este Leao, pero juega con una autosuficiencia y chulería que supongo desesperará a sus compañeros cuando sus alardes trocan en ridiculeces.
Convalecientes Courtois y Neuer, casi sin trabajo Ter Stegen (eso sí, tuvo dos intervenciones seguidas extraordinarias) y cumpliendo como siempre Oblak, la mayoría del resto de las porterías europeas dejan mucho que desear. Vamos, que me han parecido poco fiables y es cosa sabida que los porteros dan partidos y títulos... pero también los quitan. Fíjense, si les parezco exagerado, en el Bayern-Manchester United: 4-3. Monumento al gol cantarán los críticos sin catalogar el cante del Onana manchesteriano o los modos arrebatados del Ulreich muniqués, al que el Real Madrid en semifinales debe casi tanto como a Karius en aquella Copa de Europa del 18 en Ucrania. Ucraniano es Anatoly Turbin, el portero del Benfica, al que le dio un arrebato al comienzo de la anoche contra el Salzburgo y ¡pum!, penalty. Lo peor no fue el penalty cometido, sino la sensación de inseguridad que transmitió.
No es cosa de seguir amonestando cancerberos, porque en realidad a mí hay pocos que me convenzan al completo, pero ver a Dmitrovic colocarse tras la barrera en la falta que Sergio Ramos podía haberse ahorrado y no en el portillo que se deja al lanzador como corresponde a las buenas prácticas del oficio, destroza en un segundo la esforzada albañilería de Mendilíbar. El Sevilla tendría que haber ganado al Lens para aspirar a hacer pareja con el Arsenal, que anda muy fino, en la clasificación para octavos, pero cierto es que lo suyo tiene tiempo y arreglo. La Real mereció ganar a un Inter que venía bravucón. Faltó físico al final y le sobró ese momento de descuido que aprovechan los clubes de la nobleza en las grandes noches. Lautaro firmó el empate en el minuto 87... y el Madrid, el más prestigioso de los aristócratas, haciendo honor a los legendarios "minnutti molto longos" del Bernabéu rescató dos puntos que se los llevaban remando al río de Berlín, que por cierto se llama Spree, unos remeros que cerraron los ojos para el último esfuerzo en el minuto 94. No fueron conscientes en el momento de su error, pero ya habrán visto en las repeticiones cómo Valverde entra sin que nadie lo moleste y cómo Billingham y Brahim pueden rematar debajo de la portería con insólita comodidad. Minuto 94. Provedel, portero de la Lazio que mide 1,94, que gasta un dorsal con el número 94... y que decide subir a rematar un córner con el propósito de empatar un partido que está perdido. Va el tío y marca. Podría ser la base para un cuento de fútbol, pero fue un caso real que sucedió en martes. La víctima, el Atlético de Madrid. Un pupas tan pupas como siempre. En jornada de porteros dudosos, al Atlético le salió el raro. El bueno. El héroe. Un portero que se hará inolvidable en Roma. Coloso en la ciudad del Coliseo.
¡Ah! El Barça está pitoso. Es justo aplaudir la valentía de Xavi para confíar en unos mocetes que ¡eso sí! han nacido con mucho talento. Junto al City, Madrid, Bayern de siempre..., servidor añadiría al Barça y Arsenal en un repóker de favoritos en el que va a ser decisiva la inspiración de los porteros.