lunes, 13 de junio de 2022

La envidia igualitaria


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    La España de Cela sigue siendo un país “encabronado por la envidia”, lo que Gracián llamó “malignidad hispana”.


    En Londres, por español, te daban la enhorabuena después de la Final de París, y eso que el Real Madrid había pisado a City, Liverpool y Chelsea, los tres gallos de la Premier. De España, en cambio, todo lo que te llegaba eran chascarrillos más o menos castizos sobre la suerte y reproches morales a Courtois.
    

Con doble animosidad que en ningún otro país, los españoles sienten envidia del sabio que nace entre ellos, minusvaloran cuanto hace, critican sus aciertos y se ensañan con sus errores –escribe en su “Epístola apologética” el filósofo cordobés del siglo onceno Ibn Hazm, traído a colación por Fernández de la Mora (ministro del “Estado de obras” y gran cultor de teoría política) para su extraordinario estudio de “La envidia igualitaria”.
    

El autor nos muestra a Montesquieu felicitándose de que los españoles “se destruyan entre ellos”, y a Stuart Mill, admirándose de que los españoles “persigan con envidia a todos sus grandes hombres”. Marañón: “La envidia, que todo el que triunfa encuentra escondida en la gloria, es en España, más que un tábano que pica, un monstruo que devora”. Y Unamuno llama a la Villa y Corte de Almeida… “Envidiópolis”.
    

El español es hombre muy inclinado a dolerse de la felicidad ajena. El tuteo casi universal y la generalizada renuncia a los signos externos de autoridad civil son concesiones al envidioso, empeñado en allanarlo todo.
    

En contra de lo que suele creerse, la envida española proviene menos de la pobreza que del orgullo, pasión que entraña invencible resistencia a reconocerse inferior a nadie y que llevó a algunos personajes atléticos (que no viven precisamente en la escasez: tienen el entrenador más caro del mundo y el fichaje más caro de la Liga) a ver en el pasillo al campeón... “una humillación”.


    –El español tiende a pensar que cuanto recibe le es debido, y que lo que no se le da, se le hurta. La envidia mueve a la ingratitud hacia los mejores y a la apología de los mediocres. El ostracismo al egregio y el elogio del mediocre, característicos de la convivencia hispánica, indican un alto nivel de envidia colectiva.
    

Con motivo de las 14 Copas del Madrid, tomemos al diputado Rufián como ejemplo de envidia nacional y al alcalde Almeida como ejemplo de envidia vecinal.
    

De su experiencia política el elegante Chateaubriand extrajo una máxima universal: “El mediocre no excita ninguna clase de celos y, por eso, no sólo tiene todas las ventajas para conservar su puesto, sino que dispone, además, de un bien notable: excluye del poder a los más capaces. El diputado de los necios adula a dos pasiones inherentes al corazón humano, la ambición y la envidia”.


    –Liverpool 0 - Courtois 1 –tuiteó Rufián para resumir la decimocuarta Copa del Madrid.


    Todo el antimadridismo se volcó en la suerte… y en Courtois (los elogios del españolazo son siempre contra alguien) para desmerecer esa Copa. Courtois es hoy el mejor portero del mundo, pero, como decían los cronistas pedestres, “también es humano”, según hemos visto en esta competición con el palo corto de Mbappé o los goles del Chelsea en el Bernabéu. Mas la envidia, que es “la pena del bien ajeno” (Aristóteles, que no era merengue ni colchonero ni culé), ha hecho de Courtois (probablemente el futbolista con más alto CI de la Liga) un Armagedón, según se vio en el tuit de Rufián y en el “speech” de Almeida como alcalde de Envidiópolis, dos españoles “comme il faut”, bajitos y habladores.
    

Antes de la final, Courtois había tenido la ingeniosidad de confesar su confianza en la victoria porque esta vez estaba del lado bueno de la historia, expresión que él no saca de leer a Ben Shapiro, como hacen los liberalios, que nos tunden con esa idea, sino del muro de las lamentaciones del antimadridismo para el cual el Madrid todo lo debe a la suerte. Courtois, pues, se vio situado por los propios antimadridistas del lado de la suerte, es decir, del lado bueno de la historia. Y ahí esperó Almeida a Courtois como si Courtois fuera otro Ayuso:
    

En el lado bueno también estamos los que lloramos en Lisboa contigo.
    

¡Al héroe de la Final en la recepción oficial! Lo hizo el alcalde disfrazado de dependiente de ultramarinos y sin corbata (¡campechanía liberalia!) ante los futbolistas del Real Madrid, uniformados de oscuro y con corbata. Al día siguiente “el pueblo” arrancó a pico y pala la placa de Courtois en el Wanda. Los moralistas del Régimen sentenciaron que “no es por justificarlo, pero hay cosas que lo explican”. Sí, la envidia igualitaria, que prefiere la igualdad en el infierno a la gradación en el paraíso.




EL COMUNICADO


    Recuperado de los fastos de La 14, el Real Madrid ha emitido un comunicado oficial para exigir responsabilidades al maestro armero por los incidentes de París, de los cuales Macron, como buen liberalio, culpa a los ingleses, rociados con gas pimienta por sus Cuerpos o Cuerpazos Republicanos de Seguridad, que no respetan ni el jubileo de la Reina Isabel. La contundencia de la redacción hace pensar que detrás del comunicado ande Butragueño, que quiere saber qué llevó a la Uefa de Ceferino a designar París para sede de la Final, como si Ceferino, que tiene cierto aire rifeño, fuera el Abd el-Krim de la “banlieue” de Saint Denis. De locos.