Hughes
Abc
Se ha comentado la profusión de banderas andaluzas en los últimos mítines del PP. Hay documentos gráficos que certifican el mar verdiblanco de Feijóo. Pero gracias al testimonio del periodista Alfonso Carbonell, que estaba allí, sabemos que en el mitin en Cádiz sí hubo una bandera de España, una, en el collar de un perrillo presente: el perro patriota, cuya estupefacción territorial nos llega en la foto. Ese ladrido de incomprensión que está a punto de dar el perrillo ¿no nos representa? ¿no lo daríamos los demás?
Hay una derecha que la bandera se la pone a la mascota. Se la ponen el primer día y ahí la dejan, como si fuera un llavero. Los giros del autonomismo, como ahora, les pueden llevar por Blas Infante, pero no les importa mientras el perro lleve la nacional. Es como si hubiera un pacto no escrito, una cláusula del 78 que tolera la bandera circunscrita a Madrid, en Colón, por ejemplo, toda la que quieran, infinita si quieren, y en los perrillos. Ahí pueden llevarla sin problema alguno: el patriotismo es para los teckels, los caniches y los labradores. Nadie les va a ir a llamar “fachas”. Tenemos así un patriotismo de cánidos, tolerable en perrillos, que llevan la bandera moviendo alegremente el rabo. Aunque se les censure con la mirada, nadie la va a tomar con los animales.
¿Por qué los perros pueden ser abiertamente españolistas? ¿Qué libertad disfrutan que no tenemos los humanos? ¿Por qué se tolera en ellos la efusión patriótica? La mascota patriótica, subalterna, alivia la conciencia de sus dueños, que no se preocupan mucho de lo que pase en Gerona mientras su perro parezca patrocinado por un estanco. En cierto modo, son utilizados tristemente para representar unas ideas humanas que el dueño no siempre defiende. Se les hace abanderados, pero ¿puede ser español un perro? ¿No será Galicia más española que los teckels? ¿Hay acaso una españolidad canina? ¡Sus dueños afirman que sí! Y con su collar van diciendo: “este perro es español”. Es como si el españolismo se fuera restringiendo a otras especies…
-Yo no soy facha. Otra cosa es mi perro…
La españolidad perruna es una forma tranquilizadora que ha adoptado el 78 a medida que se desarrolla. El perro abanderado será seguido después, quizás, por los gatos, los loros, las tortugas… A medida que España se federalice, el PP irá españolizando Madrid y españolizando a las mascotas, y el pipican parecerá Casa Pepe.