De aquellos repartos, esta ruina
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El 78 fue, socialmente, el salto posmoderno de la corrupción coyuntural a la corrupción estructural.
Un año antes, los amos de la cosa se habían reunido en La Moncloa para el reparto (a Ortega debemos la visión de concordia como reparto de botín) con el pretexto de la crisis del petróleo y la inflación. Allí, los que daban los carnés de democracia eran… los comunistas (partido y sindicato).
Con la mano de distraer, despenalizaron el adulterio y liberalizaron la venta de condones, mientras con la mano de ejecutar iban apañando la economía, lo único que importaba de la herencia, a las órdenes científicas de Fuentes Quintana, que había estado (con Sardá, republicano de la Esquerra) en el Plan de Estabilización del 59 de López Rodó, Ullastres y Navarro Rubio, que hiciera crecer a España en quince años lo que en los cien anteriores. Eran los Pactos de la Moncloa, cuyas reuniones la propaganda equiparó a las de los Founding Fathers en Filadelfia, y de ahí viene la fuerza mitomotriz que invocan los pelanas de Sánchez para apuntalar su dictadura con “otros Pactos de La Moncloa”.
Donde se decía crisis del petróleo árabe, se dice pandemia del virus chino; donde inflación, paro; y donde despenalización del adulterio, ley de libertad sexual, aunque no para todos, claro. Ábalos, que se ha comprado España, excluye a los de Vox, y Aznar (Fraga, fundador de su partido, en el 77 sólo firmó la mitad) no quiere a Podemos.
El Sistema es el Sistema, pero agoniza. Para salvarlo, los capos convierten por decreto a los españoles en amas de casa, y van al casinillo a repartirse restos. “Estabilidad” (a Franco no se le caía de la boca) es la palabra mágica de toda dictadura, y van a intentar salvarla con el birlibirloque mussoliniano por el cual al partido más votado, no importa el porcentaje, el Estado le regala los diputados necesarios para la mayoría absoluta, pastelazo que ya propuso Casado en las últimas votaciones. Y con el rebaño encerrado en la tinada, lo harán.