lunes, 13 de abril de 2020

Tucídides y los boomers



Hughes
Abc

Pese a lo que dice Pedro Sánchez, la humanidad ha conocido días parecidos. Atenas sufrió una plaga devastadora alrededor del 430 a.C. cuyas características y efectos contó Tucídides en la Historia de la Guerra del Peloponeso. Puede que esa epidemia moldeara el futuro político en el Mediterráneo. Además, tuvo unos efectos psicológicos y morales que gracias a Tucídides podemos conocer:

“Los santuarios en los que se habían instalado estaban llenos de cadáveres, pues morían allí mismo; y es que ante la extrema violencia del mal, los hombres, sin saber lo que sería de ellos, se dieron al menosprecio tanto de lo divino como de lo humano. Todas las costumbres que antes observaban en los entierros fueron trastornadas y cada uno enterraba como podía. Muchos recurrieron a sepelios indecorosos debido a la falta de medios, por haber tenido ya muchas muertes en su familia; en piras ajenas, anticipándose a los que habían apilado, había quienes ponían su muerto y prendían fuego; otros, mientras otro cadáver ya estaba ardiendo, echaban encima el que ellos llevaban y se iban. También en otros aspectos la epidemia acarreó a la ciudad una mayor inmoralidad. La gente se atrevía más fácilmente a acciones con las que antes se complacían ocultamente, puesto que veían el rápido giro de los cambios de fortuna de quienes eran ricos y morían súbitamente, y de quienes antes no poseían nada y de repente se hacían con los bienes de aquellos. Así aspiraban al provecho pronto y placentero, pensando que sus vidas y sus riquezas eran igualmente efímeras. Y nadie estaba dispuesto a sufrir penalidades por un fin considerado noble, puesto que no tenía la seguridad de no perecer antes de alcanzarlo. Lo que resultaba agradable de inmediato y lo que de cualquier modo contribuía a ello, esto fue lo que lo que pasó a ser noble y útil. Ningún temor de los dioses ni de la ley humana los detenía; de una parte juzgaban que daba lo mismo honrar o no honrar a los dioses, dado que veían que todo el mundo moría igualmente, y, en cuanto a sus culpas, nadie esperaba vivir hasta el momento de celebrarse el juicio y recibir su merecido; pendía sobre sus cabezas una condena mucho más grave que ya había sido pronunciada, y antes de que les cayera encima era natural que disfrutaran un poco de la vida”.


Cabría esperar en nosotros algún efecto moral. Pero ese mayor disfrute de la vida, el desquite hedonista, sin embargo, se verá limitado por lo económico. Siempre fue así. En nuestro caso, la deuda pondrá un realista tope a cualquier desenfreno. En relación con esto, se plantea una situación generacional curiosa. La Generación del Boom, la que ha mandado durante décadas, los famosos boomers, han visto dispararse la deuda durante su apogeo vital, y ahora la rematarán. Habrá más deuda. Su efecto generacional es evidente. Su ruptura con el futuro ya era un hecho, pero ahora la pandemia provoca una ruptura con el pasado, con la generación precedente. Puede ser una generación que endeude a sus hijos y nietos (si no bisnietos) y que entierre apresuradamente a sus padres, los sufridos individuos de la generación silenciosa. Los “hijos de la Guerra” padecen el colapso sanitario y los efectos del coronavirus. Su final no es el plácido y asistencial que la Historia les tenía preparado. Así, los boomers observan impotentes el final de la generación precedente (“sepelios indecorosos”), mermada por los efectos de la pandemia, mientras preparan el remate de deuda para la posterior, su herencia definitiva. Los X, más jovenes, generación vástaga y zangolotina, participan de esto en su prolongada adolescencia de generación blanda y subalterna, sin voz propia. Los millenials y demás futuribles quedarán sepultados por la deuda. La losa fiscal matizará como contrapunto el efecto moral de la pandemia.

Oh, boomers, sería necesario un Tucídides para contar lo vuestro.