lunes, 19 de diciembre de 2016

En la muerte de Fidel Uriarte


 Fidel Uriarte

Francisco Javier Gómez Izquierdo

  Son infinitos los caminos por los que uno se va convirtiendo en un yonqui del fútbol. En mi caso, mucho más exagerado que en el de mi hermano Carlos, la adicción comenzó con el señor Revuelta al final de los 60. Aquel hombre estaba en mi casa de “pupilo”, una variante de economía sumergida en una época en la que aún no existían las declaraciones de Hacienda. El señor Revuelta venía por temporadas. Mejor, cuando la humedad del Cantábrico asfixiaba sus alrededor de 70 años. Comía en la residencia San José, un comedor barato para los obreros solteros del Polo, que en vez de en platos, los cocidos y filetes se servían en unas bandejas modernísimas que con el tiempo se utilizarían y se siguen utilizando en las cárceles.

    El señor Revuelta era socio del Athletic. Presumía de haber jugado de portero en el club, pero por más que he indagado no he encontrado referencias. El caso es que mi vida empezó a tener sentido cuando aquel hombre, por las tardes, nos contaba historias maravillosas con su Correo Español, el Pueblo Vasco y los librillos de los partidos en San Mamés. Nos traía recortes y fotos en color de los futbolistas que veíamos reducidos y a veces mal retratados en los cromos de los álbumes de cada temporada que junto a mi hermano completábamos como psicópatas.

   A finales del mes pasado y asentado unos días por asuntos de salud familiar en el piso de Gamonal, busqué aquellos recortes en las carpetas de lo alto de un armario que Carlos protegió de las limpiezas de mi santa madre. Allí estaban Viteri y Navarro antes de venir al Burgos, Clemente cuando empezó de 10, los Rojo y el goleador Uriarte, que también tenía un hermano que fichó por el Valencia.

     Al salir de la mina escucho en la radio que ha muerto Uriarte, el delantero al que conocía el señor Revuelta desde niño y que coincidiendo en una época que paraba de pupilo en casa, el delantero que un año había sido Pichichi, se fue al Málaga porque empujaba Carlos, más joven y más goleador, con el entrenador Milorad Pavic. Yo ya estaba totalmente envenenado con el fútbol y aún recuerdo aquel Málaga en el que empezaba Esteban Vico y en el que ya estaban Martínez, un defensa de la Demanda, y Rufino Requejo, un palentino que ejerció de burgalés. Creo modestamente que Iríbar, Rojo, Arieta y Uriarte, eran los ídolos de todos los aficionados al fútbol de principios de los 70, porque no sé si saben muchos de ustedes que en aquel tiempo en todas las ciudades españolas había peñas del Atlhetic. Se era de tu equipo y del Atlhetic. Con la llegada de los pistoleros asesinos el personal se pasó al Madrid y al Barça, pero aún se encuentran casos curiosos de aficionados bilbaínos. Hace unos años conté aquí que en la Guadalupe de Extremadura había una churrería por la que un servidor cada Navidad entraba en el pueblo. El local estaba empapelado y adornado con recuerdos del Atlhetic porque el dueño, fiel seguidor del equipo, había llegado hasta la exageración de bautizar a su hijo con el nombre de Uriarte. La señora de Uriarte nos ponía unos chocolates mientras el poseedor de tan glorioso nombre enseñaba, como aquel señor Revuelta, las fotos de su padre con el héroe que hoy ha fallecido a  los  71 años “después de una larga y penosa enfermedad”. 

¿Cuándo desaparecerá ésa maldición?

Iríbar,  Uriarte y los jóvenes Viteri y Ortuondo
De mis papeles

Álbum de la liga 73/74. Villar, Arieta, URIARTE, Carlos, Rojo....