Senador Galán votando con el pie
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Con la grande polvareda, dice el romancico, perdimos a don Beltrane. La “grande polvareda” es la grande falla pepera en Valencia, y don Beltrane, ese joven ingeniero, de nombre Samuel, enchufado por Carmena de consejero delegado en Calle 30.
Las partidocracias hablan con “la voz de la sangre” (se destruye la familia y se destruye todo), y han hecho suya una moraleja del teatro: “Entre el sentimiento y la razón, debe triunfar el sentimiento”.
–Lo que molesta es que ahora sea nuestro dedo –explican los amigos de Samuel, que son los mismos de Errejón, el becario “black” que grita a quienes le han sentado en el gallinero del Congreso que no leen Historia y por eso no saben que él es Saint-Just en la Montaña, con lo que eso supone. (Si es por la guillotina, sabrá, aunque eso no venga en “El rincón del vago”, que la cuchilla despescuezó, por cada aristócrata, a tres o cuatro plebeyos, más algún listillo como el propio Saint-Just.)
En lo de Samuel, ¿tiene la culpa Carmena de que la gente se dedique a hacer recomendaciones? ¿Inventó ella la recomendación? Téngase en cuenta, además, que a ella podía haberle ocurrido lo que a aquel respetable señor que en la República escribió una carta pidiendo la plaza de carabinero para un cualquiera, alguien confundió al recomendado con el recomendante (es lo malo de vestir sin necesidad como un necesitado) y lo nombraron a él para dirigir el tráfico. ¡Carmena, consejera delegada de Calle 30! ¿Qué cosas no estaríamos diciendo ahora?
Volviendo a la grande polvareda de la grande falla pepera, el portavoz de Ciudadanos en el Congreso dice que a ellos, contra la corrupción, “no nos temblarán las piernas” (?), tropo parlamentario inspirado en el senador socialista Joaquín Galán, que en 1991 votó por otro, con el pie, la ley del IRPF.
“Tienen unos pies inmensos”, fue la impresión que en China dejaron los primeros españoles.
–¡Pues, anda, que morro!... –suspirará, sentado con Carmena, el señor Wanda.