Francisco Javier Gómez Izquierdo
Por culpita de ese voy que vengo que ataca a los que vivimos lejos de la familia en tiempo de Navidad no acabo de entender el despido de Rafael Benítez como entrenador del R. Madrid y que hace un momento me ha soplado el hijo, más puesto que un servidor en las nuevas de las redes sociales.
Sabido es que un tonto hace ciento y como los chicos de la prensa deportiva no tienen cosa que hacer en Navidad y llevan más de veinte años emperrados en que haya fútbol por S. Esteban, una tradición inglesa como la libra, la yarda ó conducir por la izquierda, los tíos han convencido a los amos de la Liga para jugar en Nochevieja. A los aficionados de toda la vida, la novedad les ha cogido a trasmano y en contra de las suposiciones periodísticas los estadios han estado semivacíos y sin que se hicieran presentes los niños que se esperaban. Para lo único que han valido los dos partidos de Navidad es para agriarle el champán a Rafael Benítez.
Todas las plantillas se han incorporado a los entrenamientos pasadas de turrón y copas, pero los encargados y capataces han disimulado como han podido las debilidades de “los chicos”, que diría Kubala. No todos. Tras el fiasco del fútbol navideño, al periodismo que coleguea con los futbolistas del R. Madrid le ha dado por exigir al entrenador merengue lo que no se atreve a recordar a los amiguetes que regalan camisetas y banderines firmados para la peña del pueblo en C. Real ó Toledo.
Los columnistas dicen que no dicen y es verdad, pero lo cierto es que no callan.
El entrenador idóneo para el R. Madrid yo creo que no existe, pero detecto que debe agradar al periodismo descubriéndole confidencias familiares, comer con el gremio y hacerse fotos en el asador de siempre, alinear -lo de entrenar es requisito menor- un once mayormente técnico, sustituir siempre a los mismos con elogiosas palabras, ganar casi todos los partidos porque con tales señores no pueden llegar honores menores, ser complaciente con los vaivenes de las estrellas, incluso cuando chisporrotean y los títulos..., pues bueno, si se consiguen será gracias al magnífico entrenador, y si no, se amonesta un poquito al míster y se le desagravia con un chuletón de Kobe, que por cierto se cría en Vizmalo, Burgos. Entre Los Balbases y Villodrigo.
Rafael Benítez es muy buen entrenador. Creo que el entrenador español más profesional que pueda encontrarse, pero me da que a Rafael Benítez le han podado el método los toros sagrados del vestuario, arrancándole la hoja de la dieta alimenticia, borrándole el párrafo de las horas de sueño del deportista y saltando al campo con obligación de sindicalista en vez de asombrar al mundo tirando del talento que les sobra y que tan generosamente paga el presidente del R. Madrid.
Los futbolistas del R. Madrid, con sus capitanes a la cabeza, creen como creyeron tantos que les precedieron y no se salva ni Don Alfredo Di Stéfano, que el R. Madrid son ellos, que les sobra entrenador y les falta libertad de movimientos. El vestuario del R. Madrid despide un tufillo ceporrón y caprichoso muy difícil de erradicar, por lo que el presidente del R. Madrid haría bien en plantarse como se plantó ante Raúl, cuando a éste le atacaron unos delirios de grandeza impropios en profesional siempre de natural esforzado y en una mesa y ante un papel con un gráfico comparar rendimiento y salario de dos o tres jaquetones que se creen incomparables. Y que conste que no me estoy acordando de Cristiano, un tipo que es a su manera, pero sobre todo profesional. Como Rafael Benítez.
O como Carlos Terrazas, ese estratega flaco y sensato que ama tanto el fútbol que estuvo a punto de perder la vida cuando entrenaba al Burgos por ver un partido del Castilla una mañana de nieve. Terrazas no tiene representante y va a su aire, pero hay muy pocos entrenadores que coloquen a jugadores modestos como los coloca este hombre serio, al que en Burgos le ven triste. Ayer en El Arcángel dio una lección de fútbol y se llevó tres puntos (1-2) para Miranda de Ebro.