Abc
Zidane es el nuevo cuento de la buena pipa.
–¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa? –pregunta el club en las encuestas.
–Sí –contesta el pipero.
–Yo no te digo ni que sí ni que no, yo sólo te digo que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa…
–Bueno.
–Yo no te digo que “bueno”, yo sólo te digo que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa…
Y así, sucesivamente, hasta que, en la versión clásica del cuento, se cansa el cuentista.
Pero en la versión madridista el cuentista no se cansa nunca.
El Madrid había empatado en Valencia con dos autogoles habituales, el de Pepe y el de Ramos, y el club despidió a Benítez, se supone que por haberlos alineado. Entonces, en el banquillo, cayó Zidane, que alineó… a Pepe y a Ramos, que no es un central (eso siempre lo mantuvo Luis Aragonés), sino una caseta de feria de Sevilla, confirmándose que a Benítez no lo había condenado su error de alinear a Pepe y a Ramos, sino su fama gordo.
La historia de Benítez me ha recordado un anécdota de Vasconcelos, humanista mexicano, cuando dijo que hubiera querido ser emperador de la China. "¡Por Dios, son tan gordos!...", contestó el interlocutor.
–Más triste resulta lo mío –explicó Vasconcelos–: ser gordo sin ser emperador de la China.
Benítez parecía gordo y ya no es entrenador del Madrid, puesto al que ha sido exaltado Zidane por flaco, flaco de una flaqueza manzanaresca (de José María Manzanares) que llena las taquillas porque atrae por igual a piperas y piperos. ¡Marketing y glamour!
–¿Cuál es su plan, míster?
–Jugar con la BBC.
Como si Benítez hubiera jugado con Ito, Pineda e Isidro.
–Y mucho Isco.
Zidane aprovechó su debut para dejar claro que a él lo que le gusta es Isco, hasta el punto de que, en el nuevo Madrid, James es el suplente de Isco (perfidia mora, me parece a mí esa decisión), su jugador de las mil y una noches, mientras los piperos en la grada le dan a la pipa o cachimba del narguile.
–¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa?
Barbados como capuchinos descalzos en el césped, Isco y Carvajal me recordaban a los hermanos Mast (los del chocolate “hípster”), unos hermanos Mast en la Ópera del Bernabéu, los Milli Vanilli del zidanismo que empieza a amanecer.
El zidanismo nos trae lírica, posesión e Isco, el meteorito mítico que Théodore Monod buscó durante sesenta años por las arenas del Sahara. Qué tenga que ver todo eso con el madridismo, o incluso con el fútbol, lo ignoro, pero es lo que hay.
Cuando ves las ínfulas de Isco a las órdenes de Zidane comprendes qué quiso decir Domenech, el ex seleccionador francés, cuando dijo que Zidane es capaz de cualquier cosa: por ejemplo, colocarnos a Isco como si fuera Sebastián Fleitas Miranda. También dijo que no es buen tipo, pero en los asuntos personales ya no entramos.
BALE Y JOHNNY CASH
Bale es, de largo, el mejor futbolista del Madrid. Antes, fue un Pegaso atado al arado de Ancelotti, y ahora, liberado del arado, sólo puede seguírsele a ritmo de Johnny Cash: “Y escuché como venía el sonido del trueno: / una de las cuatro bestias me dijo ‘Ven a ver’. Y lo hice. / Y contemplé un caballo blanco…” Hace “el fútbol viril” de los viejos cronistas, pero a Benítez lo injuriaron por querer montar al equipo alrededor de este portento, “el enchufado del presidente”. Y el caso es que ver desplegado a ese tipo te rejuvenece como escuchar a Johnny Cash: “Y oí una voz en medio de las cuatro bestias, / y miré, y vi un caballo pálido. / Y su nombre, de quien estaba sentado sobre él, era la muerte. / Y el infierno le seguía…” Entre la tierra quemada de Bale y el juego a la coxcojilla de Isco, Zidane el Africano no nos deja elección.
Bale es, de largo, el mejor futbolista del Madrid. Antes, fue un Pegaso atado al arado de Ancelotti, y ahora, liberado del arado, sólo puede seguírsele a ritmo de Johnny Cash: “Y escuché como venía el sonido del trueno: / una de las cuatro bestias me dijo ‘Ven a ver’. Y lo hice. / Y contemplé un caballo blanco…” Hace “el fútbol viril” de los viejos cronistas, pero a Benítez lo injuriaron por querer montar al equipo alrededor de este portento, “el enchufado del presidente”. Y el caso es que ver desplegado a ese tipo te rejuvenece como escuchar a Johnny Cash: “Y oí una voz en medio de las cuatro bestias, / y miré, y vi un caballo pálido. / Y su nombre, de quien estaba sentado sobre él, era la muerte. / Y el infierno le seguía…” Entre la tierra quemada de Bale y el juego a la coxcojilla de Isco, Zidane el Africano no nos deja elección.