Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ha muerto José Sazatornil, Saza, y esta vez de veras.
Ha muerto José Sazatornil, Saza, y esta vez de veras.
–¡Baje usted, don Emilio, que aquí se muere de veras! –dijo famosamente un pariente de Gistau, Mazzantini, concejal de los de antes, a Emilio Mario, actorcillo de los de ahora (especializado en “agonías de tercer acto”), una tarde que el comediante abucheaba al torero en la plaza.
La otra vez que “murió” Saza fue que ABC dio la noticia, un 24 de abril del 70, al confundir a José Sazatornil Remacha, cronista fallecido en carretera al regresar a Zaragoza de un partido en el Bernabéu, con José Sazatornil Buendía, el divino cómico, que conservó enmarcada la falsa necrológica, publicada por delante, ¡ay!, de la verdadera de Rosita Montero (tonadillera de alternativa con la Piquer, Juana Reina y Lola Flores), y por detrás, ¡hey!, de “Las progresistas” de Umbral, “chicas que sólo admiran a unos cuantos hombres, Mao, James Dean, el Che, Adorno, John Lennon y algún psicoanalista español poco conocido”.
–La tristeza de ayer se nos hace coro de aplausos –fue el desmentido (“‘Muerte’ y ‘resurrección’ de Saza”) de ABC–. Con una elegancia de espíritu realmente ejemplar, don José Sazatornil nos ha llamado para agradecernos la necrológica y decirnos que, en realidad, ni le correspondía ni la merecía. Ha sido, afortunadamente, una muerte de guardarropía. Para nosotros, no había otro Sazatornil que Saza.
Otra época, otra tecnología, otro periodismo.
Cuando en 2010 el periódico gubernamental dio la “primicia” de la “muerte” de Berlanga con un mes de adelanto, hubo de desmentirse con una nota que parecía el informe forense sobre la fuga radioactiva en la central nuclear “Vladímir Ilich Lenin” de Chernóbil, dirigida por Montgomery Burns.
–Sentimos el error con Berlanga. Como con otras personalidades, preparábamos artículos y un fallo en nuestro sistema ha dado visibilidad a uno.
La muerte, esa realidad ausente, dice Edmond Jabès, en nombre de la cual toda realidad (¡el sistema!) se va a pique.