Público de toros
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Decía el Indio Fernández que cuando conoció a Dolores del Río no sólo recibió una flecha en el corazón (¡y lo tenía de jade!), sino que se sintió como un chino en tratamiento de acupuntura, con agujas por todos lados.
¡Agujas por todos lados! Quizás por eso tengan los chinos tan buen ojo para los toros, aunque por McLuhan se sabe que la china no es cultura de ojo, sino de oído, y, por tanto, más refinada que la nuestra.
Los chinos, que vienen de comprar el aeropuerto de Pepe Bono en Ciudad Real por la quinta parte de lo que cuesta pasar una noche en la suite “The Royal Villa” del Grand Ressort Lagonissi en Atenas, han descubierto que la mejor forma de conocer España son los toros, y en Madrid no se pierden una novillada los domingos.
Es un público que se fija mucho, aunque, como decíamos, no es de ojo, sino de oído, que no hay que confundir con el público de oreja de San Isidro, que todo lo aplaude.
Madrid, en julio y en Las Ventas, Baden-Baden, con los chinos, los erasmus y mujeres, ay, de una belleza tan pura (léanse los dos últimos capítulos de “El cortesano”, de Castiglione) que a lo mejor es lo que lleva a la concejala de Alicante, inexperta de la belleza, a soñar con un bombardeo de plazas de toros. Es un problema de “apeirokalia”, tan engorilados como andan los podemiteros con Grecia. Como dice Fumaroli, ¿de qué sirve “exponerse” a obras de arte, si se es víctima de lo que los griegos llamaban “apeirokalia”, la inexperiencia de la belleza?
El domingo hubo “toreo mentalista”, con un novillero de “patalante” en la andanada y de “patatrás” (o de “pies-para-qué-os-quiero”) en el ruedo, apoderado por María Águila de Domecq, preparadora mentalista de toreros.
Al final de la tarde, mi chino, que viene de la Feria del Toro (¡Pamplona!) de ver los galafates de Julián López, sacó una conclusión digna de ser incluida en una galletita confuciana:
–A los tolelos lo que les sobla es el tolo.
Como a los españoles España, señor chino.