viernes, 29 de mayo de 2015

Feria en Córdoba

 De noche

 Paseo de Caballos

La moda de la temporada
La rosa de Juana Martín que lleva Susana Díaz de camiseta

 
Francisco Javier Gómez Izquierdo

La Feria de Córdoba tiene diez días de excesos y veinte de calentamiento. La fiesta empezó el viernes 22 con un río adolescente cargado de bolsas del Mercadona y el Eroski que detenía su corriente en un pantano bullicioso y multicolor, cargado de muchachas hermosas y mozos con demasiada peluquería. “Lugar de encuentro” es el nombre que puso doña Rosa Aguilar a unas cuántas hectáreas a la entrada del recinto ferial, acondicionadas para que la juventud se ejercitara en el emergente deporte del botellón. Tengo que reconocer que el éxito de la iniciativa, puede calificarse de apoteósico.

     La Feria de Córdoba tiene señalados sus días como para guardar cierto orden, que por supuesto son orientativos. Un día para las familias, otro para las mujeres solas y creo que el miércoles para los “cacharritos” de los niños, que creo cobran la mitad por viaje, pero la realidad es que cada cual va a su aire con la ventaja de que no hay casetas vedadas “como pasa con la de Sevilla”.

    Uno no está ya para la bulla feriante, pero es costumbre que los compañeros vayamos directos del trabajo a comer al Arenal el jueves de Feria a la caseta que me dicen que están bien y en las  que nos ponen  rebujitos, mojitos, montillas y  unas patatas con huevos y pimientos para aguantar el vino. Al salmorejo le cae el albero removido por las gitanas bailaoras y al pescaíto creo que es mejor no tentarlo. La tarde va dejando sus bajas a las puertas de un taxi o buscando aire fresco en los puentes del Guadalquivir y somos los cuatro castellanos con casi diez trienios en Córdoba los más resistentes a los tragos de mayo.
 
     Alguna tarde doy un paseo con mi doña. Me tomo unas cervezas y miro el espectáculo impagable que ofrece el gentío, sobre todo femenino. Este fin de semana llegan los madrileños del Ave y en el recinto no se puede parar. A mí tanta bulla me resulta perniciosa. Por eso le he propuesto a mi doña acercarnos a la paz de Barbate, donde el atún espera fresco y lujurioso. Me ha dicho que sí y estoy metiendo una muda, un bañador y un libro en la maletilla.