Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Mientras en Nueva Gales del Sur, Australia, los petas denuncian a un pastor por “abusar verbalmente” de sus ovejas (“un abuso verbal extremo contra un animal, ya sea un humano –sic– o una oveja, constituye un acto de violencia”), en Madrid la “señá” Carmena se reúne con los jefes de los jueces para suspender la aplicación de la ley de desahucios.
¿Puede una alcaldesa que no lo es pastorear a los jueces hacia su aprisco y que a los jueces les parezca “una idea estupenda”?
Sí, porque aquí, cuando Guerra llamó “muerto” a Montesquieu, todos le rieron la gracia como cuando en Rodiezmo, levantando el puñito de jugar a los chinos con el compañero de fortuna Villa, sindicalista venido a más, llamó “mariposón” a Mariano.
Además, de creer a Rivera, a quien los retratistas ecuestres pintan como a un nuevo De Gaulle, “España ya es federal” (!), y eso hace de Madrid un Estado, cosa que a Agustín García Calvo no se le pasó por la cabeza cuando por una peseta le hizo a Leguina aquel himno de encargo.
–Con los buenos ciudadanos desaparece el buen Estado –socarronea Max Stirner, el tipo al que Ortega robó su “circunstancia”.
La “señá” Carmena es buena, pero primero es comunista, y Montesquieu, un barón.
De Montesquieu un comunista puede hacerse la misma idea que un fascista se haría de Paquito Clavel.
Aceptemos con el periódico global que la “señá” Carmena nos trajo las “libertáes” peceras (peces que gritan somos, sí), pero es que Montesquieu, de la mano de Hamilton (educado en el pensamiento de la Ilustración escocesa, que no es la de Pontevedra) obró en América el milagro de la libertad, con sus reglas (la democracia) inalterables, sin jóvenes Riveras ni viejas Carmenas pregonando, como sardineras de Santurce, la “regeneración” de lo (aquí) no generado.
¿Una alcaldesa que no lo es con unos jueces que ya veremos?
–La gente perdería todo respeto si no se la forzase a tener miedo.
Eso decía, recuerda Stirner, el espantapájaros del gato con botas.