martes, 11 de noviembre de 2014

Tibidabo




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Que cómo combatirá él, Pedro Sánchez, la corrupción, le preguntaron. Y respondió: “Preveyéndola”.

    Así que, aprovechando la crisis catalana, Pedro de la Preveyéndola se ha pasado al catalán, que habla con la misma soltura que el español:

    –Us estimem! Volem una Catalunya a la vanguardia del canvi a Espanya!
    
¿De dónde sale este prócer?
    
Del baúl de Camba, que conoció en la basílica de San Pedro a un catalán que se hacía cruces de que supieran del Tibidabo en Roma:

    –Mire, está allí escrito: “Tu est Petrus et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam, et TIBI DABO claves regni caelorum”.
    
Pedro de la Preveyéndola en Madrid, y en Barcelona, Pedro Tibidabo, que va por la política con su “España federal” como iba Paco Rabal con su “Milana bonita” por el campo.
    
Su declaración ante el golpismo catalán eclipsa al “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos” de Churchill:
    
No a la fractura, pero tampoco a la independencia.
    
El resto es sentimentalismo joseantoniano (o sea, orteguiano), que es, por cierto, en lo que anda la renovación española, desde Pablemos en la política (“no somos de derechas ni de izquierdas”) hasta Cristina Morales en la literatura, premiada con el Injuve por una novela, “Los combatientes” (Caballo de Troya), cuyos mejores párrafos son (sin citar) de Ramiro Ledesma Ramos (“Discurso a las juventudes de España”), lo que llevó a la selecta crítica a incluir el pensamiento de Ledesma, creyendo que era de Morales, en el ideario del 15M. Al recoger el premio, oh, justicia poética, los responsables del ministerio de Ana Mato pidieron a la novelista que leyera los mejores párrafos, que resultaron ser… los de Ledesma, momento en que ella estuvo a punto de desvelar el secreto, pero sólo a punto.

    –El texto de Ledesma encajaba en el mío.
    
Como el de José Antonio (“Cataluña es un pueblo esencialmente sentimental, un pueblo que no entienden los que le atribuyen codicias”) en el de Pedro Tibidabo. Con otra riqueza expresiva, claro.