Jake Porway
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cuando Mike Tyson sorprendió en la cama a su esposa, Robin Givens,
con Brad Pitt, éste, simplemente, suplicó:
–¡En la cara no! ¡En la cara no!
Pero nadie se imagina a Givens explicando a su marido: “¡Tranquilo, cariño! ¡No es lo que parece! ¡Brad es un ‘bipo’!” O “¡Todo es una florida ideación delirante de tipo megalomaniaco!”. Que es, ay, la defensa adoptada por todos los retratados con el pequeño Nicolás.
Tertulianos y forenses han visto alguna película de Woody Allen o algún capítulo de “Los Soprano” con la maravillosa doctora Melfi, y dominan el psicoanálisis, que viene a ser la ciencia de llamar fantasioso a cualquiera que niegue el deseo de acostarse con su propia madre.
El diagnóstico más “yuppie” del fenómeno nicolasiano lo firma Ayuso, ex jefe de prensa de la Casa Real:
–Nicolás puso en marcha el “selfie dropping”.
Bajo una foto del pequeño Nicolás sentado a una mesa con el secretario de Estado de Comercio, García-Legaz, y la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, Ayuso desarrolla una entretenida historia detectivesca de María Soraya, vicepresidenta del gobierno, y María Pico, directora del gabinete vicepresidencial, cuya trama recuerda, por lo simpática, a la de Neil Simon en “Murder by Death” con Jessica Marbles (Elsa Lanchester) –y su enfermera (Estelle Winwood)–, inspirada en la Miss Marple de Agatha Christie.
Tenemos, pues, dos explicaciones oficiales para el hecho de que un Antoñito el Fantástico se pasee por las cornisas del Estado como Harold Lloyd en la escena del Reloj: la explicación psicoanalítica de los tertulianos y la explicación literaria de Ayuso. Faltaba la explicación científica, y ésa me vino a mí viendo en “National Geographic” un episodio de “La vida en números”, del sabio Jake Porway.
–¡La oxitocina!
La oxitocina es la hormona de la confianza. Si tienes delante al pequeño Nicolás y algo te empuja a confiar en él es que tu cerebro se ha puesto a segregar oxitocina. ¿Por qué?
Es la hora del CSIC.
con Brad Pitt, éste, simplemente, suplicó:
–¡En la cara no! ¡En la cara no!
Pero nadie se imagina a Givens explicando a su marido: “¡Tranquilo, cariño! ¡No es lo que parece! ¡Brad es un ‘bipo’!” O “¡Todo es una florida ideación delirante de tipo megalomaniaco!”. Que es, ay, la defensa adoptada por todos los retratados con el pequeño Nicolás.
Tertulianos y forenses han visto alguna película de Woody Allen o algún capítulo de “Los Soprano” con la maravillosa doctora Melfi, y dominan el psicoanálisis, que viene a ser la ciencia de llamar fantasioso a cualquiera que niegue el deseo de acostarse con su propia madre.
El diagnóstico más “yuppie” del fenómeno nicolasiano lo firma Ayuso, ex jefe de prensa de la Casa Real:
–Nicolás puso en marcha el “selfie dropping”.
Bajo una foto del pequeño Nicolás sentado a una mesa con el secretario de Estado de Comercio, García-Legaz, y la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, Ayuso desarrolla una entretenida historia detectivesca de María Soraya, vicepresidenta del gobierno, y María Pico, directora del gabinete vicepresidencial, cuya trama recuerda, por lo simpática, a la de Neil Simon en “Murder by Death” con Jessica Marbles (Elsa Lanchester) –y su enfermera (Estelle Winwood)–, inspirada en la Miss Marple de Agatha Christie.
Tenemos, pues, dos explicaciones oficiales para el hecho de que un Antoñito el Fantástico se pasee por las cornisas del Estado como Harold Lloyd en la escena del Reloj: la explicación psicoanalítica de los tertulianos y la explicación literaria de Ayuso. Faltaba la explicación científica, y ésa me vino a mí viendo en “National Geographic” un episodio de “La vida en números”, del sabio Jake Porway.
–¡La oxitocina!
La oxitocina es la hormona de la confianza. Si tienes delante al pequeño Nicolás y algo te empuja a confiar en él es que tu cerebro se ha puesto a segregar oxitocina. ¿Por qué?
Es la hora del CSIC.