Imagen del Catálogo Mariposas del alma de Ansorena
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cristóbal Martín, a quien la Movida “convirtió” al Islam, inaugura hoy en la galería Ansorena de Madrid.
–Mi taller es una mezquita –me dijo hace quince años en Moriarty–: hago las piezas entre oraciones. La oración me pone más jai que todos los ácidos que me tomé de joven.
De trullar con dibujos el cómic “MMM!” de Fernando Márquez El Zurdo en el 76 a homenajear en el 14 a don Santiago Ramón y Cajal con estas “Mariposas del alma” (así llamaba a las neuronas Cajal con su unamuniana voz atiplada) en la Puerta de Alcalá, míralas, míralas.
Y entremedias, aquel viaje a pie a Compostela y aquel viaje en autobús (“a la manera otomana”) a la Meca que en realidad fue un viaje a la cosmovisión sufí de Ibn Arabí, o a la desaparición y al silencio.
–Soy la gota que sólo quiere volver al mar.
Cristóbal cree que la ciencia y la genética constituyen el arte de nuestro tiempo, cosa que ya se olía Dalí cuando retrató al ADN en “La Escalera de Jacob”:
–Estos ángeles simbolizan a los mensajeros del código genético, o las moléculas de polinucleótidos sintetizadas por Severo Ochoa.
Dalí, que diseñó carteles científicos para Oró y Grisolía, yace en el museo de Figueras con una imagen de la doble hélice bordada en su túnica, bajo su esfera reticular transparente.
¿Cómo no primaverarse el alma con estas mariposas neuronales alfileradas por Cristóbal al aire de su vuelo?
Un “Cerebro andante”, unas “Libélulas enamoradas” o unos “Rodaballos” de bronce a la cera perdida para banquetear a Cajal (a Gecé lo obsesionaron siempre “las ojeras de Cajal, la osatura violenta, ardiente, de la faz berberisca de Cajal”), a quien el grupo golfo de Luis Calvo cedía siempre la vez en la casa de citas porque era el único español en Madrid con prisa justificada (la que surge de tener algo que hacer).
Mas tampoco conviene exagerar la importancia artística de la ciencia y la genética: cuando uno está muerto, avisa Cristóbal, no vienen a levantarte. Pero eso era hace quince años.