La tía Cirila el pasado julio
“..Nací antes que la estación”. Cirila Salas
Francisco Javier Gómez Izquierdo
La tía Cirila nació el 28 de octubre de 1914 en una casa pegada a la de mis abuelos en el barrio del Corralejo de mi pueblo, que es Castrillo de la Reina. A los once días de parir su primera hija mataron a su marido Antonio en la Guerra y como en aquel tiempo no había depresión que valiera y menos aún en nuestra Sierra de la Demanda, la tía Cirila se acercó a La Gallega, a 10 kilómetros de Salas de los Infantes, con su Purificación al pecho para amamantar también, valiente y generosa, a la hija del maestro Gorgonio Benito, que había quedado viudo. Sacó adelante a las dos criaturas y casó con el maestro, con el que tuvo otras dos mozas guapetonas que casi no conocieron al padre, pues Gorgonio murió a los dos años de casados. Tanta desventura no arredró a espíritu tan indomable como el de la tía Cirila, que trabajó como una burra en los años del hambre. Volvió a casarse “de terceras” con el tío Eusebio, con el que tuvo otros dos hijos: la Pilar y el Eusebito. El tío Eusebio murió siendo yo chicuelo y a la tía Cirila siempre la he conocido sola con su hijo varón Eusebito en la casa, al que cuidaba como una señora madre, por ser de naturaleza enfermiza y estar necesitado de atenciones. Todas sus hijas andaban por el mundo “alante”: Bilbao y Vitoria, creo... y todas ellas le han dado nietos a los que quiere sin distinciones, pero por separado, y no le duelen prendas para decírselo a la cara.
-Si se juntan tres o cuatro en casa ya no me apaño. Ya sabes que la Pilar nació casi ciega, pero le echó valor y lleva cuarenta años vendiendo cupones en Palma de Mallorca y ganándose muy bien la vida.
Con Eusebito tomaba un servidor el fresco en las noches de julio hasta que hace dos años un Norte helado se lo llevó, pero la tía Cirila seguía ahí, haciendo lumbre todos los días, poniendo el puchero y colocando la leña de la corta en formación legionaria. Bueno, ya no. Las hijas y nietos le han dicho este año que si no quiere ir con ellos a Palma, Bilbao, Vitoria...., que se baje a la Residencia de Salas para que esté atendida. La tía Cirila ha tenido que obedecer muy a su pesar porque hasta los vecinos casi la hemos obligado a que tome cualquier determinación menos quedarse sola en casa a merced del invierno serrano. Ahora, al parecer, se alegra, según acabo de leer en el Diario de Burgos, que estuvo con ella este fin de semana siguiendo el homenaje de la familia y nuestro alcalde Galo Contreras a un tipo de mujer luchadora incomprensible para las mentalidades actuales, presumida de peluquería, siempre con saco o talega al hombro, jotera, hilandera antigua, a la que he visto ir por delante de la yunta de vacas tejiendo calcetines de los gordos que se vendían a 500 pesetas a principios de los 80, con cuatro agujas formando un cuadrado...
-Tenía que parar las vacas para buscar las agujas que se me caían.
¿Qué pensará la tía Cirila cuando ve a esta nueva raza de mujeres con los pechos tatuados llorar en el tele porque el novio no contesta a sus guasaps?
- Esas niñas tienen muy poca vergüenza, Javi, y yo creo que están endemoniadas. Hoy, la vergüenza está en el hombre.
Muchas felicidades a la tía Cirila y que nos veamos muchos años.