Casillas en huelga de brazos cruzados
Pedro Ampudia
La nostalgia del Ausente que anunciara Gistau se ha convertido en una competición por ver quien tiene el mourinhismo más grande. Lo que un día llamamos mourinhismo se ha convertido en la UCD de Adolfo Suarez o El pico de las viudas que retratara John Irving. Hay que decir, no obstante, que para viudas compungidas las del periodismo patrio que no dejan de recordarme a aquella del sketch más políticamente incorrecto de Martes y 13 y que gemía desconsolada ante el ataúd de su marido: “¡Ay, Pepe, quién me va a pegar a mí ahora!”. La obsesión de muchos de estos individuos merecería un estudio por parte de algún eminente psiquiatra a ser posible que no sea argentino. Mourinho se fue y ahora le miramos como a la novia a la que no le supimos dar lo que pedía y que fue a caer en brazos de otro que le andaba susurrando al oído que no la merecíamos. Y nadie puede negar que tenía razón. Queda claro que el duelo les dura a unos más que a otros y en lo que a mí respecta le deseo al portugués que le vaya muy bien aunque él y yo sabemos que ha cambiado la aristocracia por un nuevo rico un poco hortera. Mourinho se fue pero lo que dejó sembrado en el Real Madrid apenas ha salido aun a la superficie pero que no le quepa duda a nadie de que ya germinó.
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