Doña Manolita
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Meterse entre pecho espalda baldes de merluza en Casa Hortensia y palanganas de huevos rotos en Casa Sierra, y, entre medias, dejar sin metro y autobús a los cuatro lúseres que han de ir a trabajar para sufragar baldes y palanganas.
Es el sindicalismo vertical en Madrid, donde los municipales de Villanueva, el vicealcalde que emocionó a Spielberg con su resistencia a dimitir, cuelgan pispajos en la plaza Mayor avisando (en inglés de colegio público) que no garantizan la seguridad de los turistas, es decir, que ser turista tampoco librará a nadie, suizo, lituano o maorí, de ser multado en Madrid.
Mientras, algunos liberados, a fin de ir contra el capital, llaman a no comprar este año lotería de Navidad. Después de todo, ellos son laicos y en vez de creer en los curas creen en los mayas. ¿Qué compañero o compañera va a comprar lotería del 22, si los mayas tienen dicho que el mundo se acaba el 21?
Ronaldo, por ejemplo, aún no ha cogido lotería de Mou, y nuestro rico periodismo deportivo se divide ya entre quienes ven un apoyo a la hipótesis maya y quienes oyen ruido de sables en el vestuario del Real.
Sin embargo, el triste es Xavi.
–Me sabe mal, tú, que se nos exija no hablar en catalán –explica el cerebro de España, actividad que comparte con la de propagandista de la política de Mas y la amistad de Casillas.
Como sabemos por Jabois, Xavi era el mozo que interrumpió un rondo de canteranos en La Masía al grito de “¡Ha muerto Chanquete!”, que a todos dejó helados. Y se convirtió en esa gallinita vestida de tervilor que reparte el grano de tiquitaca a voleo (os, os). ¿Quién tiene huevos de prohibirle a Xavi su catalán? ¿Wert, Íker, Lionel, el marqués de Del Bosque o Doña Manolita, la que siempre toca?