martes, 18 de diciembre de 2012

El Racing de Santander

Un Racing portugués: Díaz, Camus, Geñupi, Chinchón, Portu, Damas, 
Quinito, Juan Carlos (q.e.p.d.), Aitor Aguirre, Barrero y el torito Zubiría.
 Óscar Pérez, 2012

Óscar Pérez, 2004

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Mientras el Barça se aburre de ganar y en Madrid ya están afiladas  las navajas que hacinarán víctimas en el Bernabéu, el aficionado se entretiene con el fútbol artesanal y deja para los ilustres a los dos mejores equipos del mundo, por dar ambos mucho entretenimiento a los ociosos. Uno tiene los ojos de mirar en la 1ª División, pero los de ver están fijos en 2ª, atentos a los vaivenes de una Liga en la que el Elche se cree el Barça. La edad me ha hecho paciente y no me extrañaría un bajón inexplicable del equipo alicantino, que sólo ha padecido la mala suerte de la lesión de Xumetra, largamente contrarrestada por una  generosidad arbitral que en Almería, por ejemplo, han llamado atraco a mano armada. Del Elche hablaremos otro día.

      Hoy quiero poner algo del Rácing de Santander, al que siempre imagino con cara de Quinito y Zubiría, ante un chuletón asado a la brasa por Maguregui. Leo que tres encapuchados han perseguido a un chico franco-argelino que ha jugado en más equipos que edad tiene, con ánimo intimidatorio. A Bouazza, que tal es su nombre, no sé quien lo ha llevado a Santander y tampoco con qué intenciones, pero imagino que habrá sido el mismo que colocó a Óscar Pérez como “cerebro” de un equipo de fútbol.

       La gestión del Racing danza de disparate en disparate, siendo uno de los primeros bailarines aquel presidente Revilla que bautizó a un indio de la India en El Sardinero como supremo redentor del club de sus amores. El forofo Revilla creyó huevo de corral lo que resultó ser de víbora, y cuando rompió el cascarón todo se tornó ponzoñoso, hasta tal punto que los capataces del Racing llamaron a ese hombre que fundó el Ciudad de Murcia, buscando desesperadamente un antídoto.
        
No está muy claro qué se hizo ayer con los dineros del Racing y tampoco  quién manda hoy en el club, pues  sólo aparecen capataces de obra en ruinas que despiden a un entrenador antes de empezar la Liga y obedecen a claves secretas emitidas por un propietario de jugadores a los que coloca por lotes. De fracasar en 2ªB con el Cádiz y con carácter de urgencia, desembarcó en Cantabria el póker siguiente: Goikoetxea, Ferreiro, Héctor Yuste y Óscar Pérez.

         No considero necesario analizar la plantilla montañesa, pero el simple detalle de que se considere a Óscar Pérez como el jugador más importante del equipo, en palabras del recién defenestrado Fabri, debe convencernos del seguro descenso del Rácing. Óscar Pérez marcó, entre coz y coz, una vez a Zidane jugando con el Eibar, lo que le valió firmar ( jugar no jugó nada) por el Córdoba, gracias a las artes de su representante. Éste engañó también a un equipo inglés (el Bolton) y luego al Tenerife, vendiendo la moto de que el jugador venía de triunfar en el fútbol de las islas. Al Cádiz del año pasado ya llegó como hombre imprescindible para un ascenso seguro, junto con la otra terna, de la que destacamos a Héctor Yuste, un mocetón gigantesco que prefirió las  perspectivas gaditanas, mucho más atractivas que las de Córdoba.

        Los malos retales de fuera no casan con la lana canterana y así los otrora prometedores Jairo y Luque no comprenden la contratación de un Gai Assulin que sólo gasta desplantes y un desbocado descenso a los infiernos del fútbol; o la de Bocanegra,  defensa yanqui que podría ser el padre de ambos. Gai Assulin vino de vedette para animar un cabarét  ruinoso al que ya no le salva ni la caridad.
        Me da pena el Racing, del que nos hicimos un poco cuando se puso bigotes en 2ª  y cuando el entrenador Maguregui nos hablaba de las ventajas del chuletón y el rioja  en la dieta futbolística. Por entonces, el Marca nombraba mucho la galerna para referirse a los jugadores santanderinos. Aquellas tempestades las recuerdo propicias. Las de hoy tienen pinta de ser mortales.