Mel Gibson
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Hoy es el fin del mundo, por las cuentas de los mayas, que se juegan a doble o nada su prestigio de calendaristas.
Maya significa “ilusión”, y a mí me ilusionaría un fin del mundo con una elegancia muy ABC, como de artículo de Pemán sobre la elegante dejadez de los confiteros andaluces:
–¿Qué ha tomado usted?
–Dos yemas de huevo.
–¿Tres ha dicho?
–Sí, tres…
Mas espero un fin del mundo con una movida muy Hollywood, con el “Apocalypto” de Mel Gibson llamando al portero automático para participarme que él es Garra de Jaguar y que sus hijos cazarán con los míos después de que ambos nos hayamos ido.
Ir ¿a dónde?
Talleyrand, que es como el Borgia de los franceses, daba por cierto que en la vida lo fácil es llegar, y lo difícil, marcharse, seas Felipe González o Íker Casillas.
–Ser echado y no intentar volver también tiene su mérito –apostilló Ruano, siempre con la oreja puesta.
Pero hoy podemos ser echados del mundo y no sé de nadie que no quiera volver a él.
Es verdad que este fin del mundo viene precedido de menos signos milenaristas que el anterior, cuando se llenó el país de iluminados: frente a la toma de Granada, el descubrimiento de América, las victorias en Italia y Carlos V, ahora sólo contamos con Fofito y el anuncio de Campofrío.
–Y este fin del mundo, ¿qué? ¿Solo o en familia? –me saluda mi vecino rico, jubilado de Telefónica.
Contesto que en familia y en Sevilla, y me dice lo que Romanones a un Sánchez Guerra que marchaba al exilio en la ruina:
–¡Le envidio a usted por poder marcharse! ¡Si yo tuviera la independencia económica que usted tiene…!
El caso es que, con la independencia económica que da la ruina, no sé si abandonar hoy el mundo con la bizarría de un Tato, que exclamó “¡Adiós Madrid!” cuando el toro lo dejó sin pierna, o con el dandismo de aquel náufrago que tomó su último trago y arrojó la botella al agua:
–Adiós. Me hundo con el ‘Lusitania’. No encuentro otro papel.
Hundimiento del Lusitania