Imagen correspondiente al sábado, 15 de diciembre
José Ramón Márquez
El otro día, en una mesa que compartíamos alrededor de un proletario cocido madrileño, tuve que mandar a callar a uno de los comensales.
Comentábamos cosas de la actualidad taurina felicitándonos por la sabia decisión de July de no ajustarse para torear en Madrid este año tampoco y de pronto apareció, entre la sopa y los garbanzos, el nombre de Abella, a quien todos sus devotos conocemos como Abeya. Se hablaba de sus luces, de sus sombras y de sus contraluces cuando de pronto el aficionado Z. dijo:
-Yo creo que Abeya odia a España por catalán y a los toros por barcelonés, de ahí su desidia constante con la bandera sobre la fachada de Las Ventas y su menosprecio a la Plaza autorizando la cubierta esa que están poniendo.
Le dije firmemente a Z. que no toleraba que en mi presencia se denostase a nadie por catalán ni por barcelonés, siendo mi bisabuela oriunda de Reus y siendo los hijos de Oti* nacidos en Barcelona, así que le pedí que se retractase inmediatamente de lo que acababa de decir y buscase otros argumentos que no ofendiesen nuestra inteligencia.
***
Esta mañana al pasar por el Puente de Ventas y mirar la fachada de mi Plaza, como hago siempre que paso por allí, encontré que la bandera estaba suelta de uno se sus extremos, movida por el filo del viento. Entonces, contemplándola flamear, caí en que, de una manera sutilmente romántica, la fuerza que realmente mueve a Abeya es su pulsión por enviar un mensaje poético al mundo; pensé entonces que, acaso enfebrecido por el verso de Aquilino Duque, con lo que él sueña es con traer a Madrid, al lado de la M30, abroñigal lleno de autos, el aire de Cádiz, de la Plaza Real de El Puerto de Santa María. De pronto ahí estaba, ante mis ojos, la prueba de cómo Abeya, aún sólo por un día, ha tratado de hacer con la bandera de Las Ventas señas a sus timoneles, de coronar la Plaza ‘de grímpolas y lepantos’, y que lo que a muchos les podría pasar por un simple descuido o una dejación de funciones no es tal, sólo que el hombre, como tantas veces ocurre en España, había comenzado, simplemente, su poética obra por el tejado, es decir por la grímpola. VALE.
_______________
*Armero del Regimiento España Nº 11 de Caballería y crítico de cine de Abc
Comentábamos cosas de la actualidad taurina felicitándonos por la sabia decisión de July de no ajustarse para torear en Madrid este año tampoco y de pronto apareció, entre la sopa y los garbanzos, el nombre de Abella, a quien todos sus devotos conocemos como Abeya. Se hablaba de sus luces, de sus sombras y de sus contraluces cuando de pronto el aficionado Z. dijo:
-Yo creo que Abeya odia a España por catalán y a los toros por barcelonés, de ahí su desidia constante con la bandera sobre la fachada de Las Ventas y su menosprecio a la Plaza autorizando la cubierta esa que están poniendo.
Le dije firmemente a Z. que no toleraba que en mi presencia se denostase a nadie por catalán ni por barcelonés, siendo mi bisabuela oriunda de Reus y siendo los hijos de Oti* nacidos en Barcelona, así que le pedí que se retractase inmediatamente de lo que acababa de decir y buscase otros argumentos que no ofendiesen nuestra inteligencia.
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Esta mañana al pasar por el Puente de Ventas y mirar la fachada de mi Plaza, como hago siempre que paso por allí, encontré que la bandera estaba suelta de uno se sus extremos, movida por el filo del viento. Entonces, contemplándola flamear, caí en que, de una manera sutilmente romántica, la fuerza que realmente mueve a Abeya es su pulsión por enviar un mensaje poético al mundo; pensé entonces que, acaso enfebrecido por el verso de Aquilino Duque, con lo que él sueña es con traer a Madrid, al lado de la M30, abroñigal lleno de autos, el aire de Cádiz, de la Plaza Real de El Puerto de Santa María. De pronto ahí estaba, ante mis ojos, la prueba de cómo Abeya, aún sólo por un día, ha tratado de hacer con la bandera de Las Ventas señas a sus timoneles, de coronar la Plaza ‘de grímpolas y lepantos’, y que lo que a muchos les podría pasar por un simple descuido o una dejación de funciones no es tal, sólo que el hombre, como tantas veces ocurre en España, había comenzado, simplemente, su poética obra por el tejado, es decir por la grímpola. VALE.
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*Armero del Regimiento España Nº 11 de Caballería y crítico de cine de Abc