sábado, 1 de noviembre de 2025

Bonitos



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Muertos los victorinos, vivan los victorianos. O, a victorino muerto, victoriano puesto. Estas cosas, qué cosas, se decían la otra tarde en la plaza de Madrid, que ha encontrado, al fin, a su torero bonito, más bonito que un San Luis. Es de Fuenlabrada –que no es un pueblo, al decir de los castizos; que es una secta– y se llama César. Si será bonito este torero que en Sevilla lo comparan con el muñeco de la tarta. Dos orejas –orejas del Santo, que hubiera dicho Cañabate– por comerse en pepitoria –de Pepito– dos solemnes victorianos –de los de a victorino muerto, victoriano puesto–, y a la calle por la Puerta Grande, que es una cosa que, por bonito, hace este torero cada vez que pisa la plaza de Madrid, su plaza, donde la otra tarde se decía que nunca se había visto a nadie torear tan tiesa y bonitamente. Lástima, ay, que ya no estuviera allí para verlo otro gran bonito, el ex gobernador Constantino, que, por lo que va diciendo por ahí, sigue sin enterarse de nada y, a propósito de los guardias sentenciados, habla de lo que en Santiago, donde su paisano Pepiño Blanco no pudo pasar de primero de Derecho Gallego, llamaban “sentencias extravagantes”, o sentencias mirando al tendido, como el torero bonito, más bonito que un San Luis. El ex gobernador está en el ruedo bregando con el toro de la reyerta, mientras su maestro, el maestro Alonso, se agarra al sillón que le mueve la oposición, sin éxito, porque el bonito Alonso responde a eso que los andaluces llaman “nolaco”. En la Asamblea de Madrid, al grito de “¡Alonso, dimisión!”, la derecha agitó grilletes y esposas adquiridas a los chinos, pero Simancas, que también va de bonito, se lo montó de tribuno de la plebe y soltó contra la presidenta –su “marquesa”, la que es condesa– aquello de: “No tiene usted ni idea de lo mucho que nos ha costado a algunos que no tenemos apellido aristocrático ni rancio abolengo llegar hasta aquí.” Hebertismo castizo, se llama eso. Pero tiene razón: a algunos les ha costado mucho pillar un cargo, y no lo van a soltar. Hablamos de Simancas, pero podíamos hablar de Alonso, que se ha encadenado al sillón del Ministerio como Tita al plátano de Gallardón, y ahí se las den todas.