viernes, 6 de octubre de 2023

Lenguas a palos


 Juan Bautista Erro Azpiroz y Beloqui

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Dos grandes cabezas españolas han pedido paso en la Unión Europea (la “Uropa” de los liberalios) para el catalán: Albares, ministro “por la g. de Dios”, y Guardiola, el sampedrense que emocionó a Spielberg inventando el fútbol, que sostiene que su lengua es “milenaria y con diez millones de hablantes”, más o menos los que en Filipinas hablan todavía español. ¿Y el vascuence?


    Dado que tratamos entre españolazos, que lo son sin medida, ya está liada. Urkullu vio “tinte político” en Albarito Palmares (homenaje a Pemán) al “priorizar” para Europa el catalán, y si de lo que se trata es de ningunear al español, lleva razón el lendakari: el vascuence debe tener preferencia en Europa, que es la Cristiandad, ante el catalán, pues es la lengua que se hablaba en el Paraíso, como sostuvo don Juan Bautista Erro Azpiroz y Beloqui, el peso de cuyas obras tiene abarquillados los estantes de la librería de Borja Sémper, ese cormorán de biblioteca, traducidas al francés y al inglés y que tanta gracia hacían a Alfonso Reyes, que anotó:


    –Tenemos que el Paraíso era la Provincia Vascongada de la Creación, donde discurrían un Adán y una Eva tales como los concibió el Creador: él, muy jebo (tipo Macron), ella, muy chirene (tipo Ursula Von der Leyen).


    No muy lejos de allí nacería el pobre castellano, cuyo primer vagido, y esto lo contó Dámaso Alonso en estas páginas, fue una oración (“Cono ayutorio de nuestro dueño dueño Christo, dueño Salbatore…”), traducción de un monje que anotaba un sermón de San Agustín en el monasterio de San Millán de la Cogolla.


    –La última frase latina la ha traducido íntegra. Sin duda le ha parecido seca: la ha amplificado, hasta doce líneas cortas, añadiendo lo que le salía del alma. Este venerable trozo es, hoy por hoy, el primer texto, no podemos decir que de la lengua castellana, pues hay algún matiz dialectal, pero sí el primero de lengua española.


    El primer balbuceo de la lengua española es una oración, mientras que los primeros murmullos de la lengua francesa son militares, y los de la lengua italiana, una discusión por tierras.


    Entendemos que la oración de Dámaso Alonso no sea la mejor tarjeta de presentación para el español en la UE, que renegó del cristianismo como origen cultural en su Constitución fallida. Lo del vascuence como lengua del Paraíso de Erro Azpiroz provocaría el desmayo del pequeño ateísta Macron. Feijoo ve jugada, y deja caer que ahí está su gallego, “idioma antiguo donde los haya, que se remonta a la noche de los tiempos” (sic), lo que, según él, hace de Galicia “una nación sin estado”, cosa que habría que arreglar, y dependerá de la afición de la Comisión a los percebes de veinticinco uñas, como los que Olano llevaba a casa de Picasso en la Costa Azul.


    Paso, pues, al catalán laico y milenario/millonario, cuyo primer texto versa sobre, ay, un “sinpa”: los agravios feudales sufridos por don Guitard a manos de los Arnau, que incumplen un contrato.

 

[Viernes, 29 de Septiembre]