F.J.G.I.
Hasta no hace tanto, el salmorejo, como el chicharro o las sardinas, eran tres de tantos sabrosos y se diría que obligados recursos para la mantenencia de las casas en las que alimentar prole. En Burgos no conocíamos el salmorejo, pero al llegar a Córdoba fue gozoso descubrimiento. Leo lo que se ha encarecido el refrescante manjar cordobés que tanto celebró aquel presidente-esfinge Mitterrand que mandó a su cocinero a aprender en la judería frente a la mezquita la receta perfecta; o nuestra emérita reina, devota sin reservas a esa sopa veraniega.
Dicen que si la guerra, la gasolina, la sequía... Uno no sabe ya nada. El caso es que lo escrito en la calleja del Salmorejo cuesta hoy cuatro veces lo que costaba hace dos años. De todos modos, pónganse a la tarea y háganlo. Metanlo en la nevera y vaya dando cuenta sopando con pan candeal. Les va a gustar.