Escudo de armas de Francisco Montaño
“E se le dieron por armas el mismo volcán, verde,
cubierto de nieve, brotando llamas”
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La ruidajera mediática como de barra brava (a favor o en contra) por el éxito argentino de Milei en pleno agosto revela la indigencia intelectual de la sociedad política (mediadora entre el Estado y la sociedad civil), ese concepto gramsciano echado a perder, pues la sociedad política, y bien explicado lo tiene esto Dalmacio Negro, se identifica hoy con el Estado e, “inversamente a su concepto”, ha llegado a ser la vía por la que el Estado penetra en la sociedad civil a través de los partidos (oligárquicos por definición), que patrimonializan el Estado (¡el consenso político!) y colonizan la sociedad civil mediante la burocracia. Por eso las opiniones sobre lo de Milei suenan a patio de los locos, por su ignorancia de lo político (el poder), y por consiguiente, de la política (el modo de conquistarlo).
El único analista interesante de lo político es hoy Curtis Yarvin, citado a veces por urracas sin nombrarlo. Yarvin se abisma en el poder como el conquistador Francisco Montaño en el Popocatepétl (que sigue tirando bombetas) “tomado” por Diego de Ordás, que también lleva el volcán en su escudo heráldico. Del volcán extraía Montaño azufre para la pólvora como Yarvin extrae del poder azufre para la política, ahora que nadie quiere darse por enterado de que la democracia representativa de Hamilton está tan obsoleta como la democracia directa de Calístenes, una vez que la izquierda americana (la mitad del país en números redondos), carcomida por las termes marcusianas, avanza hacia la abolición de la Constitución del 87, su último obstáculo para el disfrute del poder. El sovietismo se hizo con el Arte en cuatro rayas sin despeinarse, y sin despeinarse el sovietismo se ha hecho con la política en cuatro ideas. La democracia, pues, es hoy, en el país que la creó, Antiguo Régimen, “et tout le reste est”… chau-chau. Europa no cuenta.
–Una democracia en la que los que pronuncian los discursos son gente trabucante, ágrafa, sin gracia o culturalmente tartamuda, es una democracia fundada en la mentira política –recordaba el otro día Rubio Esteban, que invocaba a Quintiliano.
Alemania sigue sin Constitución (su Ley Fundamental es otra cosa), pero tiene un Tribunal Constitucional que custodia la “democracia militante” que propugnó Theodor Maunz (nazi patanegra), de modo que ilegalizó al partido nazi y al partido comunista (a éste, con freno y marcha atrás), y ya habla de ilegalizar a la Alternativa para Alemania, oficialmente “la ultraderecha” para los loros de los medios.
Del modelo de granja hacia el que nos llevan tuvimos un avance en la pandemia, con sus confinamientos y pinchazos ordenados por “expertos”. ¡Ah, los expertos! Cuando, en nombre de la Ciencia (o de la Diversidad, la Equidad o la Inclusión), la Constitución se pone por debajo de las opiniones creativas de “los expertos”, la ley ya no existe, oh, zelotes liberalios.
[Viernes, 18 de Agosto]