sábado, 2 de febrero de 2019

O jaula de acero o jaula de oro


El libertador de Cuba

Hughes
Abc

El jurista Bartolo de Sassoferrato, uno de los más famosos de la historia, intentó perfilar allá por el siglo XIV la figura del tirano. Tirano se era por carecer de título válido (ex defectu tituli) o por acciones de gobierno (ex parte exercitii); por usurpación o por ejercicio. Maduro reúne las dos condiciones.

Venezuela nos obliga constantemente a aclarar conceptos. Maduro es un tirano y Juan Guaidó no es alguien «autoproclamado». Fue elegido por la Asamblea legítima.

A los antiamericanos profesionales que ya hablan del petróleo habría que preguntarles por el saqueo de riquezas naturales durante estos años y por las reservas de oro que Maduro saca de Venezuela en estos momentos.

Estamos ante una ceguera grave. Pablo Iglesias lamentaba esta semana la detención de unos periodistas españoles. Esto es como lamentar un esguince en una sala de Oncología. En Venezuela ha habido represión, torturas y muertos. Los hay, los está habiendo.


Para justificar la inacción (es decir, la pasividad colaboracionista con Maduro) otros hablan de «riesgo de guerra civil». Son los que han callado mientras un Ejército presionaba efectivamente sobre lo civil.

El último escalón de la confusión, menos importante aunque no por ello menos irritante, lo forman los recalcitrantes antitrumpianos, que apoyan a Guaidó pero no reconocen la influencia de Trump cuando Venezuela es el asunto internacional en el que ha usado siempre un lenguaje más clásicamente neocon, más intervencionista en nombre de la libertad.

Negar la acción de Trump, líder del mundo libre, sería tanto como negar las fuerzas internacionales en juego, los aliados del régimen fuera y dentro o la transformación ideológica del continente.

Ayer John Bolton, asesor de Seguridad Nacional, habló en una entrevista radiofónica de la «troika de la tiranía»: la Cuba que reconoció Obama, Venezuela y Nicaragua. Mencionó la expresión «Cubazuela». Hay fuerzas cubanas en Venezuela presionando al Ejército, y letales «colectivos» de entrenamiento castrista. Es decir (y esto hay que decírselo a nuestros inclasificables compatriotas socialistas): Cuba ya ocupa Venezuela, convertida en una de las peores economías del planeta y en un régimen dictatorial y cleptocrático que ha obligado a su población a salir del país por millones. El éxodo venezolano es una catástrofe humanitaria de la que no se han enterado nuestros humanitaristas de guardia.

Bolton negó una intervención militar inmediata y se mostró partidario de una «transferencia pacífica de poder» a partir de la evidencia del apoyo masivo a Guaidó en las calles este fin de semana. Pero dicho esto, también amenazó: «Maduro podría acabar en Guantánamo».

Maduro puede elegir: la jaula de acero o la jaula de oro de los dictadores exiliados.