Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En “Alicia a través del espejo”, Alicia platica con Humpty Dumpty, que tiene forma de huevo y que emplea palabras con significado sin sentido. Alicia se lo reprocha, y él se explica. “Cuando yo uso una palabra –contesta con desdén– quiere decir lo que yo quiero que diga… ni más ni menos”. “Pero la cuestión –insiste Alicia– es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes”.
–La cuestión –zanjó HD– es saber quién es el que manda…, eso es todo.
Bolaños, que reúne en sus manos de reponedor los tres poderes del Estado (en vuestra cara, liberalios: ministro de la Presidencia o Ejecutivo, ministro de Relaciones con las Cortes o Legislativo y ministro de Justicia o Poder Judicial), y nunca ha leído una línea de Lewis Carroll, ha hecho el tuit del 78: “Tras 140 años, 12 Papas, 4 reyes, 44 presidentes y 106 ministros de Justicia, aprobamos el Proyecto de Ley Orgánica de Enjuiciamiento Criminal, que mejora, agiliza y europeíza un proceso penal más moderno y garantista”.
Bolaños, nuestro Hamilton de Aluche, extrajo su título en Derecho de la Complutense, la universidad de Elías Díaz, el Chomsky de Santiago de la Puebla, autor de un obrón sobre el Estado de Derecho y la democracia que en la Complutense del 76 nos obligaban a comprar en Periodismo, para nuestro entusiasmo y regocijo, con golpes dignos de McGuinness, Kaufman y Ryskind, los guionistas de “Una noche en la ópera”, de los Marx: “No todo Estado es Estado de Derecho. Por supuesto es cierto que todo Estado crea y utiliza un Derecho. Y, sin embargo, decimos, no todo Estado es Estado de Derecho; la existencia de un orden jurídico, no autoriza a hablar sin más de Estado de Derecho. Designar como tal a todo Estado sólo lleva al confusionismo.” Etcétera.
Bolaños europeíza nuestro Derecho, y lo europeíza bien: Alemania, por flamante sentencia del Tribunal Superior Regional de Berlín, declara que sólo lo que dice el Estado es correcto y todo lo demás es desinformación, resolviendo el viejo enigma de Pilato: “¿Qué es la verdad?” La verdad es lo que diga el Gobierno. Lo que jamás hizo la prensa (“Porque si la libertad de prensa no sirve para la averiguación de la verdad ¿para qué sirve?”, se preguntaba ingenuamente Hamilton), lo ha hecho la justicia tudesca: la verdad está donde esté el que manda, cosa que no sabe el Papa León, que escribe en X algo que haría sonreír a Pilato mirando de reojo a Claudia Prócula: “Ser Iglesia sinodal significa reconocer que la verdad no se posee, sino que se busca juntos, dejándonos guiar por un corazón enamorado del Amor”.
Agradezcamos a Bolaños que nos haga empalmarnos con Europa, es decir, con lo que Muray llamó la “erótica de lo penal”, y que se despliega, dice Erriguel, en un arsenal de mecanismos de delación y de punición contra cualquier opinión supuestamente discriminatoria, que se traduce en una bulimia normativa que no cesa de inventar delitos para la victimización total de la sociedad.
[Viernes, 31 de Octubre]

