Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Menudo escándalo hay en Madrid, porque Gallardón le ha puesto a Ana Botella la concejalía en la calle de Ortega y Gasset, que para mi taxista sigue siendo la de Alberto Lista. Caramba. Ni que le hubiera puesto un piso. Y todo, ¿por qué? Porque Botella es la esposa de Aznar, al que Llamazares –¿cuándo trabajará este tío?–, no se sabe por qué, llama ahora “el asqueroso de la clase”. ¿Cuándo estuvo en una clase Llamazares? Total, que ya tenemos el lío: Gallardón, primero, nos sube los impuestos, y luego, se lleva la concejalía de los pobres a una calle de los ricos. Sólo con este dato, los demagogos de progreso pueden pasarse una semana llenando artículos de fondo sobre la lucha de clases. ¡Pobres demagogos de progreso, si supieran la de pobres que viven, y no lo saben –que son pobres–, en la calle de Ortega y Gasset! “Ortega escandaliza a Europa”, decía el otro día Trevijano, trayendo a colación la época en que los españoles se apasionaban antes por las figuras de la cultura como por las del toreo: el bando de los de la razón vital de Ortega frente al bando de los del sentimiento trágico de la vida de Unamuno. ¡Pobres! Gallardón, que no entiende de filósofos ni de toreros, entiende, en cambio, de pobres, porque a ver, ¿qué razón hay para llevárselos a Ortega y Gasset? Esto sólo persigue la supresión de los pobres, cosa que antiguamente dependía del ministro de la Gobernación, y hoy, de la concejala de Asuntos Sociales, que ahora es de Empleo y Servicio al Ciudadano. El procedimiento de los ministros de la Gobernación para acabar con los pobres era francamente conservador: no darles limosna. “Pero si son pobres y no les damos dinero –objetaba en su día Julio Camba–, seguirán siendo pobres. La manera de acabar con los pobres sería hacerlos ricos.” Y eso es lo que Gallardón, con Botella, se propone hacer en la calle de Ortega y Gasset, una calle donde las viejas tienen a los pobres para depositar en ellos la propaganda que se encuentran en el buzón. “Tenga usted, buen hombre.” Y le dan un folleto de Vitaldent, rechazándole, de paso, la mano extendida con una frase de Nietzsche: “¡Haceos duros!” En la calle de Ortega y Gasset hay una frutería con un letrero que dice: “El corazón tiene razones que la razón no entiende. José Ortega y Gasset.”

