Francisco Javier Gómez Izquierdo
Muy lejos del fútbol glamuroso de Madrid y Barcelona que los de los pueblos y provincias vemos por el televisor y al que si alguna vez se nos ocurre acercarnos a sus sedes sólo se nos permite hacerlo ante, un poner, el Osasuna o el Celta de Vigo "...porque quedan localidades libres...", hay otro fútbol con seguidores educados a base de muy malos ratos a cientos, disgustos a tercer domingo y un cariño inquebrantable como el de la madre hacia el hijo en la droga. Que Deportivo, Castellón, Murcia, Recreativo, Córdoba, etc ... anden en la 3ª División española y llenen sus estadios en tardes inciertas como el otro día los 30.000 que se juntaron en Riazor o los 22.000 que ayer acudimos a El Arcángel a animar al Córdoba puede sonar a irracionalidad social y es hasta posible que así sea, pero hay partidos en los que uno nota que está viviendo intensamente porque el día que se decide si llegas a la final de tu Champions, que eso es ascender a Segunda, sientes inmensa y descontrolada alegría cuando el mozote de la tierra, Casas, al que le reprochas sus evidentes defectos técnicos, te saca un lance propio del mejor Romario, sombrero al defensa y en la caída de la bola, ¡zas!, derechazo a la red. Dos goles de ventaja. Tranquilos. Error. Tras insólito lío entre Carracedo y Albarrán, la zona de la derecha, llegó el gol de la Ponferradina y el continuo sobresalto dentro de una zozobra que ni sospechábamos. Se arregló el desatino con un penalty raro por tortazo, mas bien torpe soplamocos en el área, y ¡claro está! se desató tal alborozo en la masa blanquiverde que a servidor no le quedó mas remedio que permanecer un buen rato quieto mirando desde la grada la alegría colectiva y el hondo suspiro del hijo, acérrimo cordobesista, al que se le retardaba la marcha a Sevilla, por tener el coche aparcado en la parte del Cerrillo del Campo de la Verdad para poder salir mejor a la autovía.
El fútbol, como casi todo espectáculo a lo vivo, tal que los toros, que es arte al que le ha dado por inclinarse a mi doña, se alimenta sobre todo de emoción, y hay que vestirlo de cierta liturgia en la que entraría el ambiente, que no por rutinario y habitual -tal que en primera división-, tiene que ser monótono. Hablar de jugadas, de partidos, de remontadas, hazañas de nuestros héroes... no es tontería. Es pasar un buen rato en el estadio, sobre todo con los que se nota que saben. Otra cosa es entender. Cuando nos metemos a entendedores y profetizamos sin encomendarnos a Dios ni al diablo, pues suele pasar lo que no decía el augurio, y por eso no quiero aventurar lo que pueda pasar ante el Barça. Son muy buenos peloteros. De medio campo para arriba, Marc Guiu, Pau Víctor o el jovencito Unai son temibles, así como Marc Casadó, medio centro con éso que gusta decir tanto a los culés: ADN Barça. Entrenan con los grandes y como es natural en la edad es plantilla que gusta de presumir y alardear con los goles que fabrica y remata. Esta presunción puede resultar al Córdoba un ciclón pero también puede dejar desarropada una retaguardia acostumbrada a pensar en la portería contraria, pero servidor permanece con la dudosa esperanza de si interesa a don Laporta, con lo que cuesta, tener a los nenes en Segunda División.
Barcelona B-Córdoba es una de las finales que da acceso a Segunda. La otra la disputan el Málaga y el Gimnástico de Tarragona en un doblete Andalucía-Cataluña que por aquí deseamos nos traiga felicidad de la que se siente.