Castella, sin mirarse, continúa su labor hasta la estocada. Cuando desfilan las cuadrillas, todo entereza, se va por su propio pie a que Padrós le atienda de una cornada en el muslo de 20 cm. y pronóstico grave
[Homenaje a Óscar Puente, ex alcalde de Pucela]
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Última corrida de la Feria 2023, a falta de la de rejoneo de mañana que nos contará Pepe Campos, con su proverbial buen juicio. Última corrida de una Feria birriosa y macilenta en la que apenas se ha visto nada de interés, con la Plaza convertida en copódromo, con el nivel de exigencia por los suelos, con el triunfalismo huero campando a sus anchas, reducida a casi nada la dureza del juicio que hace grande el triunfo de verdad. Feria flaca y sin alma con lunes de descanso, más corta que otras veces, con cientos de entradas de gañote, exacerbación del truco y jardín de logreros, de la que poca cosa se puede guardar para el recuerdo y apenas nada para contar a los nietos. Desde el 10 de mayo esta casi nada ha ocupado nuestras tardes: dieciséis corridas de toros, una mixta, tres novilladas y dos de rejones, es lo que ha dado de sí la Feria del 23, concebida con notables ausencias, tanto en nombres de toreros como de ganaderías preferidas en Madrid, y a cambio hemos tenido un outlet en lo taurino y un déjà-vu en la parte de los toreros, que han ido pasando por Las Ventas como opositores que cantan sus temas, de los que algunos llevan presentándose desde hace demasiados años a las convocatorias, sin resultados que les avalen.
Si nos centramos en la de hoy, en este fin-de-fête que han perpetrado los gestores de Plaza1 para darnos la despedida a los que no solemos ir al rejoneo, lo primero que habría que hacer es dar la enhorabuena al veedor de la Plaza, desearle que Santa Lucía le ampare en la cosa de la vista y, si no, que se acerque a la sede de la ONCE en la calle de Prim a ver si allí hay algo para él. Hay que tener un ojo muy revirado para seleccionar la corrida de Toros de El Torero que embarcaron para Madrid, con esos tiparracos, con ese cuarto medio asaltillado de cuerna, con el gigantón, el bastorro, el bracicorto, el culopollo. Eso, los cinco que pasaron el férreo baremo veterinario venteño, porque además resultó que hubo que remendar el ramillete con uno de estirpe bueyuna de José Vázquez, que vino por venir para que lo lidiasen en tercera posición.
Para la lidia y muerte de esas prendas se trajeron a José Ignacio Uceda Leal, veintisiete años de alternativa; José Antonio Morante Camacho «Morante de la Puebla», veintiséis años de alternativa y Sébastien Turzack Castella, «Sebastián Castella», veintitrés años de alternativa: setenta y seis años nos contemplan si sumamos los de las alternativas de cada uno de ellos. De estos, a poco que se chane de la cosa del toreo, ya se sabe que el que más excita la imaginación de la parroquia es Morante de la Puebla, que ha conseguido hacerse un huequecito en muchos corazones con sus extravagancias, con sus manías y con sus ocurrencias, e incluso a veces con su toreo. La verdad es que en Madrid su cosecha triunfal es harto menguada, pero eso no resta para que haya muchos que le esperen con ansia, que a fin de cuentas este hombre tiene una personalidad bastante definida, cosa que le separa de la mayor parte de los que se visten de oro para torear en los ruedos. Ignoramos si el vestido que llevaba era idéntico al que lució Gallito por San Pedro en la tarde de El Puerto de Santa María, toros de Tamarón, mano a mano con Sánchez Mejías, que no pudo torear y que fue sustituido por Varelito y Limeño, o si era como el de la tarde de Barcelona con toros de Albaserrada como único espada, en el año 17. A ver si algún experto en vestimenta gallística nos informa de esto, que es asunto crucial.
Uceda Leal es un torero que ha tenido su cartel en Madrid y que siempre será recordado por su acierto y buenas mañas con el estoque y por haber sido uno de los tres que, bajo el aguacero inclemente, mataron la postrera y durísima corrida de Guardiola que se dio en Madrid. Sebastián Castella, en el año de su reaparición, después de dedicarse durante un tiempo al arte pictórico, traía el interés de la rúbrica que dejó en su anterior comparecencia en Las Ventas el pasado día 19 de mayo.
Morante vino a Las Ventas básicamente a desbaratar las ilusiones de sus seguidores, a hacer el paseíllo, a enseñar el botijo y a constatar que sus labores de terraplenado del ruedo, que tantos desvelos le costó, se mantenían en buen estado. Por lo demás, todo bien, gracias. A su primero lo tentó por los dos pitones y en seguida decidió poner final a su obra. En su segundo, al que recibió a la antigua con verónicas rematadas por alto, hizo más o menos lo que en el primero con la diferencia de que el toro se caía algo más. Mató de cualquier manera y con esto dio por rematada su obra. La parte positiva es lo breve que fue. Seguro que él se fue tan contento con la bronquita y las cuatro almohadillas que le tiraron, que eso va a favor de su obra.
Pensábamos que Uceda estaba ya retirado y la verdad es que fue una sorpresa verle anunciado en Madrid. Al parecer venía con el bagaje de una corrida toreada en lo que va de temporada y tres en la temporada anterior, que no es mucha cosa. El primero de su lote, Vigilante, número 46, debió parecerle un búfalo. Su labor, muy aseada, como decían antes los revistosos, no consigue cobrar vuelo entre las caídas del toro y la falta de ensamblamiento de la faena, en la que asoma algún natural sin que la mayoría, que han venido a ver a Morante, le echen cuentas. Un matador tan seguro como él siempre ha sido falla reiteradamente a espadas como para demostrar que, a medida que se van cumpliendo años, la suerte suprema se va haciendo mucho más difícil de consumar. Su segundo es el veleto. Intrigados por esta cuerna que nadie sabe de dónde sale este toro veleto entre lo de Juampedro, nos vamos al programa de mano que nos informa de que los de este encaste son «cornidelanteros o bien acodados» y rápidamente le enviamos un abrazo simbólico al veedor de Las Ventas, que puede llegar a perder el empleo más pronto que tarde. Con Salinero, número 9, Uceda anda más relajado que con el anterior y deja algunas pinceladas como un trincherazo y algún natural con empaque. Mata de estocada entera, recordando al que llamaban «Uceda Letal», y se lleva una oreja pedida con cariño y otorgada con ligereza por don Víctor Oliver Rodríguez que hoy presidía el Senado, entre Estévez y «Madriles».
Ya apuntó Sebastián Castella que éste del retorno no era el mismo que aquél que se fue. El otro día, el de la exagerada Puerta Grande, demostró un poso y una verticalidad que distan bastante de su anterior encimismo y envaramiento. Hoy, de nuevo, ha dejado la sensación de que el tiempo de reposo le ha permitido centrarse más y elaborar un estilo de mayor entidad. En su primero, Pinturero, número 21, de José Vázquez, echó mano de oficio para sacar muletazos al buey, sobre todo por la derecha. El animal sigue el engaño y Castella le templa y tira de él, haciéndole moverse. Las gentes se ponen tan contentas con ese movimiento, que muchos confunden con el toreo bueno y cuando tumba al toro de una estocada entera le piden la oreja que don Víctor tarda en conceder. En su segundo, Jopillo, número 10, tuvimos la suerte de ver dos puyazos, única suerte de varas estimable en toda la tarde, obra de Agustín Romero, por los que recibió sinceros aplausos. El toro es soso, mirón y de sentido y de resultas de eso se abalanza en un segundo sobre el matador, que sufre una espectacular cogida en la que el toro se lo pasa de pitón a pitón en el aire. Castella, sin mirarse, continúa su labor hasta que llega el momento de la estocada. Luego, cuando desfilan las cuadrillas, todo entereza, se va por su propio pie a donde Padrós a que le atiendan de una cornada en el muslo que resultó ser de 20 cm. y de pronóstico grave.
¿Veletos juanpedreros?
ANDREW MOORE
LO DE UCEDA
LO DE MORANTE
LO DE CASTELLA
FIN