martes, 21 de marzo de 2023

Los integrados


 Comunismo o Estado de Partidos

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    El ayusismo no quiere menas devueltos a sus padres en Marruecos; los quiere en Madrid e integrados en el Estado, como manda el Régimen del 78, un Estado de Partidos cuya única razón de ser, según su ideólogo, consiste en realizar “la integración de las masas en el Estado” mediante el antidemocrático sistema proporcional. Si los menas son más (ahí te quiero ver, Van der Rohe), es decir, masa, su destino es el Estado.


    Quien ha impedido la democracia representativa en España (sistema de gobierno de tres elementos: representativo, electivo y divisorio) es la izquierda, que en la Santa Transición impuso el sistema proporcional por lo mismo que se opuso al voto femenino en la República: pánico a perder cacho. A las mujeres del 31 las creían en brazos de los curas, por lo que votarían a las derechas. Y a los españoles del 78 los creían franquistas redomados, por lo que no votarían a las izquierdas. El Consenso, en cambio, les aseguraba a todos una escudilla en la cola del reparto, y sobre todo, la jefatura de la banda.


    –Si hasta el más tonto de los suizos hace un reloj, hasta el más granuja de los españoles puede hacerse jefe de un partido con siglas históricas, si lo dejan designar a los diputados de lista –dijo el coordinador de la Junta Democrática.


    “Apocalípticos e integrados” fue la turra setentera de Umberto Eco, y en la calle muy pocos sospecharon de aquellos jefecillos “apocalípticos e integrados” que nos cayeron encima sin control político. La pepera Cayetana cree que “control político” es reñir al jefe de gobierno sentado en el Banco Azul, como hace (no tanto como nos gustaría) un diputado navarro, y no sabe que la mera existencia del Banco Azul deja sin efecto toda idea de control. El poder sin control es, en efecto, la definición de dictadura.


    ¿Cómo se propone el ayusismo convertir al mena “apocalíptico” en la sociedad en “integrado” en el Estado? Los ayusistas del XIX sostenían con su liberalismo “prêt-à-porter” que “los delitos juveniles son el espíritu de la juventud en las calles de la ciudad”, y en ésas siguen: su modelo es la Alemania de los Pueblos de Merkel (¡que nos parece Bismarck, al lado de Olaf, el canciller con cara de cascabel pisado!).


    El concepto de “integración” fue para los juristas alemanes como el ovillo de lana para los gatos, y el propio Schmitt, fundador de la ciencia constitucional, admite perderse en la oscuridad de la literatura decimonónica sobre el asunto. Pero el ayusismo es providencialista, y da por sentado que, desfogada la juventud, la integración de los menas en el Estado vendrá dada en forma de cargos y subsidios, como la de cualquier militante de base. Después de todo, si España se va a ir al guano, no será por Ayuso: sobre la idea de que curar una enfermedad no es reprimir los síntomas, sino aniquilar las causas, Ortega avisó que desde el año veinte del reinado de Felipe II “la Historia de España es decadente y dispersiva”.

 

[Martes, 14 de Marzo]