viernes, 24 de marzo de 2023

Guerra del pronombre

La Oterita

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Fustel de Coulanges expone la costumbre patricia de ostentar en Roma tres nombres. Ante un Publio Cornelio Escipión, es útil, dice, averiguar cuál de estas tres palabras era el verdadero nombre: Publio sólo era “un nombre puesto delante” (praenomen); Escipión era un “nombre añadido
(agnomen); el verdadero nombre (nomen), era Cornelio, “luego este nombre era al mismo tiempo el de la ‘gens’ entera”. Hubo, pues, Cornelios antes que Escipiones, lo que excluye que la familia de los Escipiones se asociara a otras para formar la “gens” Cornelia, como suele decirse.


    Si un imperio tan práctico y sencillo como el romano cayó podrido como una acacia madrileña regada con agua reciclada, ¿no va a caer podrido un imperio como el americano cuyos militares destinados a contener al imperio chino se desangran en la guerra civil de los pronombres de género?


    –Se ordena a las fuerzas estadounidenses en el Pacífico que dejen de usar pronombres de género para mejorar la “letalidad” –titula un periódico, que cita un correo del mando con la lista de ejemplos “autorizados” (“Él/ella lo hizo”, “Mejor hombre/mujer”, “Más joven/Más viejo” y “Sargento Murray”) y “no autorizados” (“Este sargento”, “Este suboficial” y “Este miembro”) del uso de pronombres.


    Lo de Popper prediciendo la derrota americana en la tercera guerra mundial “porque sus generales son elegidos por su CI” parecía una boutade, y ahí los tenemos ahora, con sus guerreras de cuatro estrellas jugando a los pronombres como Rimbaud con sus versos orientados a la “desorganización de los sentidos”, y lo han conseguido, si oímos a los civiles. En la Casa Blanca: “Soy Kamala Harris. Mis pronombres son ella y ella, y soy una mujer sentada a la mesa con un traje azul”. En Tampa, Ted Cruz: “Mi pronombre es bésame el trasero”. O en Twitter, Elon Musk: “Mis pronombres son Prosecute/Fauci”. No debe sorprendernos que en España, pura “derroición” de ese imperio que fenece, asistamos a “una avalancha de hombres que piden en el Registro el cambio de sexo”.


    Comparada con la guerra de los pronombres, la nuestra de la tilde se queda en guerra de almohadas entre novicias, como la promovida en la Francia del 90 por Mitterrand/Rocard para reformar la ortografía y “acabar con la incoherencia”, aunque Muray los pilló con el carrito del helado:


    –Las incoherencias. Las excepciones. La Excepción en sí. ¡Ah! ¡Eso es! ¡La Excepción! Adversario mortal de la Norma. Obstáculo para la nivelación de la lengua con el fin de “hacer desaparecer el fracaso escolar”.


    Nuestra Academia actual tiene de afrancesada lo que la Oterita, que escribió en París a Bonafoux una carta: “Dispense usted la letra y falta de ortografía; está escrita a las cinco de la mañana, en el restaurante Rat-Mort”.


    Bonafoux no resistió la tentación de admirar a la Oterita, una bailarina-serpentina que creía en la imposibilidad de tener ortografía a las cinco de la mañana en el restaurante Rat-Mort.

 

[Viernes, 17 de Marzo]