martes, 23 de noviembre de 2021

La sardina


Manuel García Pelayo

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    La nación española nace el 2 de mayo de 1808, no porque lo decidiera un cura, como en Francia, sino porque el pueblo (manso, de arreones) se echó a la calle. Pasado el arreón, desapareció (¡nuestra famosa atonía popular!), facilitando la corrupción inaudita de la clase dirigente. Hasta hoy.


    En octubre del 76, en su visita a Carlos Andrés Pérez en Venezuela, el Rey pudo consultar la situación española con Manuel García Pelayo, que dirigía en Caracas el Instituto de Estudios Políticos y que aconsejó que no se hiciera Constitución, pues la época de las constituciones había pasado. Bien mirado, Inglaterra no tiene Constitución escrita y ahí está, tan terne. Alemania, en cambio, presentó a los militares gringos una ley fundamental redactada por el nazi Maunz que ahora se nos vende como si fuera la Constitución de Hamilton, Madison y Jay, y andan los alemanes (¡los alemanes!) impartiendo doctrina democrática… a Polonia.
    

Pero la vida llevaría a García Pelayo a presidir el TC de la Constitución del 78, y a traicionarla por Rumasa, y a volver a Venezuela para morir, según la leyenda, de melancolía. Aquella gatada del TC fue el primer clavo en el ataúd del 78; el último lo acaba de remachar Casado al vender su parcela heredada en ese poder constituido que se atribuye poder constituyente, lo que lo convierte en un poder constitucionario. Es el entierro goyesco de la sardina’78. Con su decisión, Casado aplaza la ley de pandemias que nos vendía, versión posmoderna de la ley habilitante de Hitler en Weimar.
    

El TC no es poder judicial –justifica Casado, y no lo hace por el “presque nulle” de Montesquieu.
    

“Poder judicial” sólo es un epígrafe en la Constitución’78 (el término no aparece más), porque, idealmente, no es un poder, sino una autoridad que Casado deslegitima para siempre con su enjuague timótico (de timo, no de ira). Para él la política es un listo (él), un tonto (Ayuso) y un primo (el votante). La estampita de Julián Delgado. La “atonía popular” hace el resto.

[Martes, 16 de Noviembre]