miércoles, 12 de mayo de 2021

El liberalismo gatofloro


 

Hughes

 Abc

Se entiende difícilmente al PP. Durante la pandemia desarrollaron el ‘liberalismo covidiano’. Había cierres, confinamientos y restricciones, pero al abrir los bares de Madrid ya se permitieron hablar de libertad (Libertad) y todo eso de lo que hablaron. Era el liberalismo covidiano, que es un liberalismo muy raro, la verdad, contradictorio y casi se diría que oximorónico. Ya Casado le había firmado cheques en blanco a Sánchez, pero lo de Ayuso con los bares y su patetismo libertario de terrazas les permitió desembocar en ese discurso. Mal no les fue.

Como hay una guerra total por la ‘narrativa’ del covid, y lo del liberalismo ya lleva al PSOE y sus esclavos a apropiarse del dolor y de la conciencia de la enfermedad y a considerar fascistas los botellones, ahora se acaba el estado de alarma, Sánchez se quita (completamente miembrisuelto) el asunto de encima y sale entonces Casado, con su empaque de Castelar, pidiendo que nos limiten los derechos fundamentales, pero no con alguna de las opciones que permite la Constitución, sino con una ley orgánica hecha al efecto. El objetivo: que limitar derechos fundamentales sea más fácil, que les sea más cómodo, y que sea realizable por las taifas. ¿Por qué no? Según ellos vivimos ahora mismo en un vacío legal, vivimos en pecado normativo, no hay normas, no tienen instrumentos para nada. Lo único de lo que disponemos es del conminatorio “caballero” policial. Estamos en pecado jurídico y hace falta una ley para, de la ley a la ley, hacer lo que les convenga.


-Necesito esto y esto y lo otro.


-Haz una ley.


Casado sale al ruedo y se propone arreglar el caos, pero ¿cómo? Con una operación jurídica que haga más fácil, no menos, restringir nuestros derechos fundamentales. Ponerle a Sánchez y a todos los virreyes autonómicos, incluido el galaico, un buen arsenal jurídico en las manos, que tienen pocos. Es tal el celo de Casado que Sánchez va a acabar siendo el que evite que nos encierren, el de la libertad. El hombre que ha practicado sexo con la Constitución es ahora el que tiene que recordar que… ya hay una Constitución.

Este asunto del “hagamos una ley” (o mejor, hágala usted) para limitar los derechos fundamentales ya es curioso, pero lo que resulta incomprensible es qué tipo de libertad es esta libertad del PP y qué liberalismo es el suyo (porque nos han dicho que volvía a reír la primavera liberal). Durante el estado de alarma pedían libertad, luego con Ayuso ya éramos los más libres del mundo, venían de Europa aquí a respirar nuestro aire libre, bajaban del avión, se quitaban la mascarilla e inhalaban el oxígeno libérrimo (¡venían a respirar!). Pero ahora acaba el estado de alarma y… queremos ‘caenas’. El mes pasado fuimos libres, antes no y ahora tampoco ¿por qué? Porque hace falta una ley. Hace falta una ley (¡de la ley a la ley!) que nos vuelva a hacer libres retringiendo derechos fundamentales.

Pedían libertad, ahora leyes restrictivas. Es el liberalismo de la gata flora, el liberalismo gatofloro de Casado, que hay que ir sumando a la colección: teníamos el liberalismo de ‘nos traeremos la City’, el liberalismo covidiano de la terraza y ahora el liberalismo gatofloro que consiste en que restricciones no, pero restricciones sí; estado de alarma sí, pero no, pero no, pero luego sí, pero queremos libertad, pero ahora una ley orgánica para meter a la gente en su casa con mucha legalidad. Este liberalismo gatofloro, que también será gatopardo, produce una fuerte sensación de cámara oculta. 


De Pablo a Pablo