sábado, 15 de febrero de 2020

La ministra

Aristóteles


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La ministra de Exteriores, que no sé cómo se llama, ha embutido la cultura democrática de España (y de la Europa continental) en un traje de crudillo que le ha hecho al venezolano Juan Guaidó:
    
Guaidó es dos cosas a la vez: presidente encargado y líder de la oposición.
    
Como Sánchez, vamos. Y como todos los predecesores de Sánchez. Y como frau Merkel, que es el modelo que pone el “curita” comunista de Comisiones Obreras en el bunker de RTVE para exigir la “censura preventiva” contra Abascal.
    
El ser y no-ser de Guaidó en boca de la ministra es, desde luego, una patada en el culo a Aristóteles, quien niega que una misma cosa sea y no sea a un mismo tiempo.

    No parece que la ministra tenga nada personal contra Aristóteles, a quien seguramente no conozca, pero ella viene del pasillismo de la Europa luterana, y Lutero odió toda su vida a Aristóteles.
    
Aristóteles se tambalea, está a punto de irse a pique, quizás para siempre –escribe el frailón apenas cinco meses antes de clavar sus tesis en Wittenberg.
    
La ministra dice estar buscando “consensos” (que en política es decir “apaños”, “repartos”) para unas “elecciones democráticas” (?) en Venezuela, y con Aristóteles no hay consenso que valga. Ya en el 78 Guerra y Abril tuvieron que echar a Aristóteles del comedor de Casa Manolo donde redactaban la Constitución porque los estorbaba. En lógica aristotélica, el todo es antes que las partes, pero en lógica de consenso las partes son antes que el todo, con el resultado constitucional que tenemos a la vista.

    Venezuela (patria, por cierto, del único demócrata que España ha dado al mundo) es otro Estado fallido. El granero del hamponato castrista, ese famoso “medio millón de vagos del partido comunista cubano” que dice Franceschi, lo que nos lleva a la gran pregunta de Aristóteles:
   
 –¿Por qué la mayor parte de las riquezas están en poder de los malos y la pobreza en los buenos?
    
Nos comen los bolichicos, nos beben los boliburgueses y nos mandan los bolisopranos.